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EL TEXTO EN SU CONTEXTO

25 abril, 2023

Las palabras, las frases, las acciones tienen sentido cuando se las sitúa en su contexto. Las palabras en el contexto de la frase, y las frases en el contexto del discurso y del ambiente en el que se dicen. Fuera de contexto una palabra puede parecer insultante, cuando en realidad en su contexto solo manifiesta confianza y amistad. Si alguien le dice a otra persona: “pero que tonto eres”, el término tonto tiene un sentido diferente si se lo dice a un desconocido, o a una persona que le cae mal, que si se lo dice a un amigo. En el caso del amigo la expresión puede significar: “que bueno eres”, o “que ingenuo has sido”, pero nunca es un insulto o una descalificación.

Esto que, a niveles coloquiales y de vida ordinaria, no necesita de muchas explicaciones, porque todos entendemos que el tono empleado y la persona a quién nos dirigimos son indicativos del sentido que, más allá de su literalidad, damos a la frase, cuando se trata de otros terrenos tiene gran importancia y puede conducir, no sólo a malentendidos, sino a serias enemistades. Por eso es tan importante saber no sólo lo que se dice sino “lo que se quiere decir”. Cuando se trata de textos escritos, dependientes de una cultura distinta de la nuestra, o cuando los interlocutores se sitúan en contextos vitales y experienciales distintos, es importante, antes de juzgar o de entablar una discusión, preguntarse qué quiere decir exactamente el otro. No solo lo que dice, sino lo que quiere decir. Porque, a veces, diciendo una cosa, queremos decir otra. Y puestos a manifestar nuestro desacuerdo, hay que manifestarlo, no con lo que uno dice, sino con lo que pretende decir.

Pongo un ejemplo bíblico. San Pablo afirma rotundamente que “el hombre es justificado por la fe, independientemente de las obras de la ley” (Rm 3,28). Sin embargo, parece que en la carta de Santiago (2,24) nos encontramos con la antítesis de Pablo: “el hombre es justificado por las obras y no por la fe solamente”. Analizadas bien las cosas, resulta que los dos autores dicen lo mismo, a saber, que nos salva la fe en Jesucristo. Santiago escribe en el contexto de una teología de los pobres, y se plantea esta pregunta: ¿de qué hablamos cuando hablamos de fe? “¿Tú tienes fe?”, pregunta a esos que dicen tenerla y no ayudan a los pobres. Pues bien, “muéstrame esa fe sin obras y yo, por mis obras, te mostraré mi fe” (2,14-18). Nuestra actitud con el hermano prueba la calidad de nuestra relación con Dios y, por tanto, la seriedad de nuestra fe.

Además, la palabra obra (“ergon” en griego) tiene diferente significado cuando se utiliza en diferentes contextos y al enfrentarse a diferentes falsas doctrinas. Ergon significa para Santiago obra del amor, y para Pablo (que se enfrentaba a una teología farisaica que pensaba que cumpliendo la ley estaba uno salvado) obra de la ley. Una pura coincidencia verbal puede esconder una diferencia esencial.

Martín Gelabert Ballester, OP

Fuente: nihilobstat