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EL MISTERIO DE JOSÉ

19 marzo, 2020

Hoy, fiesta de San José: ese santo a la vez tan escondido y tan querido. Hoy, fiesta de San José, tan distinta este año, en plena crisis del coronavirus: para muchas y muchos de nosotros, confinados en nuestras casas, no habrá celebración de la eucaristía; en tantos pueblos y en tantas casas no habrá fiesta por San José. Pero, ¿quién nos quita poder dedicar un tiempo a estar con él, a pensar en él, en su misterio?

Encontré en un artículo estas palabras, que me gustaría compartir con quienes hoy quieran acercarse al misterio de José:

«La tradición de la Iglesia presenta a José, además de “padre adoptivo” de Jesús, como el “castísimo esposo” de María. Este acuerdo de convivencia conyugal en continencia, que la Tradición le asigna, revela el grado de amor de José hacia María en el respeto hacia su vocación.

José parece asumir como una doble vocación vicarial: representar y sustituir vicarialmente a Dios de doble modo, como padre de Jesús y como esposo de María.  […] José le “pone cuerpo” a Dios. Hace las veces de padre con Jesús y hace las veces de esposo con María, pero lo hace al modo de Dios, con su respeto y su generosidad. ¿De dónde le nace a José la lucidez y la docilidad para asumir esta misión en su vida?

Debemos buscar en José el fondo de su propia vinculación con el Misterio de Dios, su propio pozo espiritual, fuente y motivación de sus opciones y sus acciones. Tanto bien no se realiza sin tener las raíces vitales puestas en las corrientes del agua de la Gracia (Jer 17, 8; Salmo 1, 3), ni se improvisa espontáneamente.

¡Qué honda convicción,  qué profunda espiritualidad debió vivir José para asumir esta misión tan escondida y a la vez tan fundamental!

No conocemos a José por sus palabras, sino por sus manos de artesano, sus actos y su corazón. Espiritualidad del amor silencioso de constante presencia solidaria y corresponsable, espiritualidad de artesano de su propia vida, amasada en la escucha de los sueños del corazón y la Palabra»[1].

Sí… el misterio de José no es sólo el misterio de María y de Jesús en su vida, es también el misterio de Dios en él, que hizo posible su «sí», su fidelidad silenciosa, su amor delicado, su trabajo amoroso.

En estos días de inciertos, en que necesitamos ser fuertes, mirar a José se torna una invitación para todos  a cultivar esa vida del Espíritu y esa relación con la Palabra que nos hace amigos y amigas fuertes de Dios incluso en medio de nuestras flaquezas y debilidades. «Con Dios haremos proezas» dice el salmo[2], proezas cotidianas, sencillas, ocultas, silenciosas la mayoría de las veces… como el trabajo diario, como criar un hijo, como dejar que Dios entre en nuestra vida y lo revuelva todo, como mantener la esperanza y la alegría… como las que hizo José. Que él interceda para que sepamos darle a Dios el lugar que está pidiendo en nuestra vida… pues está a la puerta y llama[3] incluso (o especialmente) en tiempos de coronavirus e incertidumbre.

Hna. Luciana Farfalla Salvo

[1] Germán Pravia Silvera, OP, “José de Nazaret, ¿Una masculinidad alternativa?”, en Vida sobrenatural, N° 722, año 99, marzo-abril 2019, pp 109 ss

[2] Salmo 60, 14

[3] Cfr. Ap 3, 20