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EDUCACIÓN EN CHILE

16 noviembre, 2021

El estallido social que se produjo el 18 de octubre de 2019 marcó un antes y un después en la historia de nuestro país. Chile cambió totalmente, a las manifestaciones sociales se sumaron otras alteraciones: el orden público, violencia, saqueos, barricadas y otros…. marchas por un plebiscito para reemplazar la Constitución del país, etc. todo fue motivo para ser cuestionado, revisado, estudiado tanto las instituciones como las tradiciones y algunos principios, todo hizo visible las diferencias sociales, la desigualdad, el distanciamiento entre la ciudadanía y el poder político, añadiendo además un título “Chile despertó”. Junto a este fenómeno social se observa y se comprueba la participación, interés e involucramiento de los jóvenes muy jóvenes, fenómeno que nos hace pensar: ¿Qué estamos haciendo en educación?, ¿Qué orientación y visión de futuro tiene hoy la escuela actual? ¿Qué herramientas de futuro estamos entregando a nuestros niños y jóvenes actualmente?

En este sentido es que la escuela adquiere un valor irremplazable, nuestros niños y jóvenes son los protagonistas del momento que les toca vivir, la escuela es el espacio imprescindible de socialización, de encuentro, de dialogo, de confrontación, de experiencias, de vivencias, de crecimiento cultural, social, espiritual, etc. La educación entonces también se vio muy cuestionada nuestros jóvenes tienen otra vivencia del tiempo quieren las soluciones ya y los cambios de inmediato, esta movilización evidenció los desafíos que debían realizarse: transformación y desafío del sistema educativo, prácticas inclusivas y equidad educativa, derechos humanos y perspectiva de género, sistemas estandarizados en educación, estudiantes migrantes, discriminación y justicia social en educación”. Oscar Garrido de la U. de los Andes.

En el año 2006 ya se había generado una ola de protesta juvenil que exigían el fin del lucro y una escuela pública gratuita y de calidad, como respuesta a esa demanda se impulsó una amplia reforma que permitió la gratuidad de los estudios superiores para los jóvenes universitarios provenientes del 60% de la población de menores recursos, o del 70% en el caso de los estudiantes de institutos profesionales y centros de formación técnica y se aprobó la Ley de gratuidad, donde nuestros colegios particulares católicos con financiamiento compartido: (familia y gobierno), pasaron a ser totalmente gratuitos subvencionados por el gobierno , la subvención estatal es segura mensualmente pero existe la obligación de rendir cuentas transparentes y además expuestas a todo tipo de inspección.

Después de los efectos del estallido social apareció la pandemia que no avisó a nadie a estar preparados, hubo que esconderse, encerrarse y con temor de contraer del virus, la pandemia y los colaterales emocionales que todos grandes y pequeños experimentamos, aun nadie se salva, este virus traía una carta escondida, todos somos vulnerables y frágiles, nadie tiene la salud comprada, por supuesto que la educación también sufrió y sufre estas secuelas, de la noche a la mañana todos somos digitales para estar conectados, nuestros escolares, docentes, familias, todos necesitamos la cercanía, el compartir etc. aceleradamente aparecieron los intercambios, las plataformas, la educación a distancia, hoy híbrida, los padres aún se resisten a enviar a su hijos a la escuela y otros con dificultades concretas de conexión que abre nuevamente la brecha de la desigualdad.

Pero aquí estamos presente, de pie haciendo frente a esta modalidad de enseñanza que nos abre a nuevas oportunidades para ser creativos, innovadores generando otras posibilidades nunca vistas antes….

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