DOMINGO DE GUZMAN (III)
Aproximación a la oración de un hombre evangélico · Hna. Umbelina del Barrio · Revista Anunciata Nº 144
III. SANTO DOMINGO EN ORACIÓN
La oración de Domingo tiene toda la riqueza expresiva de su personalidad, de sus sentimientos integrados y dirigidos al Señor. Distintas son las formas y posturas que adopta en su plegaria, de acuerdo con las emociones que se suceden en su corazón y a las ideas que cruzan por su mente. Esa personalidad se expresa implicando simultáneamente cuerpo y espíritu.
Es importante, después de haber visto algo sobre su oración, fuentes, características, etc., ver cómo ora en la práctica, día a día.
Los primeros hermanos lo vieron y nos lo presentan con detalle. Recojo esos dantos del Códice Rosiano que nos dé una idea clara y precisa de su modo de orar.
«Hay cierta manera de rezar para la cual el alma utiliza los miembros del cuerpo con el fin de entregarse a Dios con más fervor, de tal manera que el alma que anima el cuerpo, sea a su vez movida por éste y entre alguna vez en éxtasis, como le sucedió a San Pablo, o bien, en santos transportes como el profeta David. Conviene con este propósito, contar lo que hacía Santo Domingo que recurría a menudo a este modo de oración».
(Preliminar del Codex)
LA ORACIÓN DE INCLINACIÓN

La primera manera de rezar de Santo Domingo era la siguiente. Humildemente postrado ante el altar, como si Jesucristo representado por aquel altar, estuviera, no tan solo en su símbolo, sino real y personalmente presente, decía: «Dios mío, siempre te fue grata la oración de los hombres humildes, y sosegados». (Judith9,16) ¿Acaso no fue por su humildad que la Cananea y el hijo pródigo vieron sus súplicas escuchadas? «Por mi parte no soy digno que entréis bajo mi techo» (Mt 8,8): «pero he aquí que me he humillado hasta el suelo ante vos, oh, Dios mío» (Sl 146,6; 118,107).