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DIOS, OBJETO DE LA FE

28 septiembre, 2020

¿En qué creemos los cristianos? Ante una pregunta como esta, la tentación es responder: creemos en los dogmas y verdades que la Iglesia propone; o, creemos en lo que dice el catecismo. Pero esta pregunta está mal formulada e induce a una mala respuesta. La buena pregunta es: ¿en quién creemos? En la fe cristiana no se trata de verdades o cosas, se trata de una realidad personal, del Dios que Jesucristo nos ha revelado. Por eso, podemos decir con toda tranquilidad que los cristianos no creemos en dogmas, en la medida en que los dogmas son fórmulas, expresiones que constan de palabras. Los cristianos no creemos en fórmulas, palabras o enunciados, por muy expresivos y perfectos que sean. Creemos en el Dios que estos dogmas o enunciados expresan, por cierto, muy limitada e imperfectamente. Limitadamente porque se trata de enunciados humanos, y la realidad de Dios supera todo lo que de él podemos decir.

Así se comprende que Tomás de Aquino diga que el objeto de la fe es Dios. Para entender qué significa objeto es bueno poner esta palabra en paralelo con la palabra sujeto. El sujeto es aquel que conoce; el objeto es la realidad conocida. Aplicado a la fe habría que decir: el sujeto creyente es la Iglesia; y de forma más concreta: cada miembro de la comunidad de creyentes. El objeto, aquel al que nos adherimos por la fe, es Dios.

Según Sto. Tomás, Dios es objeto de la fe desde una doble consideración. En primer lugar, en cuanto contenido. Dios es la realidad total y completa en la que creemos. Si creemos en dogmas o en fórmulas de fe (como el Credo) es en la medida en que esas fórmulas expresan humanamente a Dios y se refieren a él y, en esa medida, nos ayudan a comprender mejor a Dios.

Desde otro punto de vista, dice santo Tomás, Dios es también objeto de la fe. Porque es la razón, la causa, el motivo de la fe. La razón de la fe no es lo simpático que es el cura de mi parroquia o el mismísimo Papa; el motivo de la fe no es porque el Papa lo dice; no es el disgusto que le daría a mi abuela si dejara de creer. El motivo de la fe, la verdadera razón, la causa última y definitiva de mi adhesión a Dios, es Dios mismo, porque él se ha revelado en Jesucristo y ha infundido su Espíritu en mi corazón para que pueda acoger esta revelación.

Me fío de Dios (motivo de la fe), que es el único que habla bien de Dios (contenido de la fe). Me fío del Dios que en Jesucristo se nos ha dado a conocer y lo acojo con todo mi ser.

Martín Gelabert Ballester, OP

Fuente de la entrada Nihil Obstat