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COMENTARIO SOLEMNIDAD SANTA MARÍA MADRE DE DIOS

29 diciembre, 2020

Primera lectura : Números 6, 22-27
Salmo responsorial : Salmo 66, 2-3.5.6 y 8
Segunda lectura : Gálatas 4, 4-7
Evangelio : Lucas 2, 16-21

El año 2021 bajo la protección de la «theotokos»

Todo lo que tiene un principio también tiene un final, nada es eterno. Así que aquí estamos en las primeras horas de un nuevo año, el primer día del primer mes del año: Año Nuevo. Nuestros ojos convergen en María que acaba de dar a luz al Hijo de Dios y directamente se convierte en la «theotokos», «la madre de Dios». Con la que es la «theotokos«, hemos decidido, tú y yo, poner este nuevo año en manos del Señor. Es un inicio, un nuevo comienzo que nos llevará por los caminos de la vida. Seguramente como el año 2020 que acaba de terminar, habrá nuevos encuentros, momentos de alegría y dolor, hechos importantes y decisivos, tomas de decisiones que producirán buenas y malas acciones, dificultades que afrontar, dolores que experimentar y superar. Nada está predefinido sino que todo se abre, dejando surgir un horizonte de posibilidades donde todos tendrán que entregarse a lo desconocido en el que Dios mismo es dueño de nuestra historia : con Dios se mira lo desconocido como un regalo. ¡A Él el honor y la gloria!

¡Dejémonos sorprender por el Señor!

Como es habitual, a principios de año, expresamos nuestros mejores deseos a quienes son queridos, les hacemos regalos y para nosotros mismos, hacemos propósitos para afrontar mejor cada momento del año que viene. Así es como al planificar los días y los meses venideros, damos sentido a la vida, sentido a nuestra vida. Sin embargo, el Señor nos invita a dejar un margen, a la posibilidad de sorprendernos, de rodearnos de su amor, su benevolencia y sus bendiciones. Es en esta línea que la liturgia de hoy nos sugiere un elenco de temas: bendición, luz, tiempo, solidaridad de Dios con los hombres, la maternidad divina de María, la vida familiar y muchos otros.

«El Señor se fije en ti y te conceda la paz»

La primera lectura de hoy marca la pauta del año. En este texto del Libro de los Números, escogido especial y delicadamente para la ocasión, Dios pide a Aarón y a sus hijos, es decir, a la familia sacerdotal por intermedio de Moisés que pronuncien su bendición sobre el pueblo :“¡Que el Señor te bendiga y te guarde! ¡Que el Señor haga resplandecer su rostro sobre ti y tenga piedad de ti! ¡Qué gran manera de comenzar un nuevo año con el regalo de su bendición ! Dios expresa su voluntad no solo para el pueblo de Israel sino para cada uno de nosotros. A Aarón se le ordena que hable las mismas palabras del Creador a la gente. ¿Qué es la bendición de Dios y qué sucede cuando la gente la recibe? La bendición significa hablar bien; en otras palabras, Dios quiere nuestro bien; quiere nuestro bien porque sólo ve en cada uno de nosotros lo bueno. El orden del mundo y su destino se deriva de este acto divino de bendición que es capaz de prevenir todas las desgracias y pruebas por venir.

«El Señor tenga piedad y nos bendiga»

La idea de la bendición se retoma de inmediato en el Salmo Responsorial, donde la comunidad de creyentes que somos se toma en serio las palabras del salmista: «¡Dios tenga misericordia de nosotros y nos bendiga!» Sal 66. En consecuencia, como la Palabra de Dios no es sólo palabra, sino acción, esta palabra transformándonos traduce en gestos concretos el bien de Dios en el día a día. Cuando le pedimos a Dios que nos bendiga, Él nos ofrece su acción transformadora y salvadora. Sin embargo, esta bendición de Dios no nos exime de facto de las tentaciones, pero quien vive bajo la cúpula de Dios y en la dinámica de la bendición divina pasará por pruebas cogiendo la mano del Señor. Dios nos acompaña constantemente con su presencia fiel y misericordiosa. Esta bendición transforma nuestra propia naturaleza y nos convierte en seres nuevos.

Seres nuevos que claman «Abbá»

Entonces, como decía San Pablo a los Gálatas, pasamos de la esclavitud «del pecado» a la filiación divina para convertirnos en herederos de la promesa que se cumple en la Navidad de Belén, de nuestras familias, de nuestras comunidades. La Navidad cambia nuestra identidad y marca el paso de estar desprovistos de todo y aparcados en la oscuridad, a ricos de mucho e iluminados por la Luz del mundo. Nada permanece igual, todo cambia como la vida de los pastores a los que se les concede derecho exclusivo sobre la buena noticia de Navidad. Para nosotros también, todo puede cambiar, incluso si somos conscientes de que las vicisitudes no fallarán con los días, con las semanas; gritemos «Abba» y tengamos fe.

¡Un nuevo año para dejarnos guiar por la mano del Señor!

¿Quién predijo la pandemia de 2020? ¿Quién sabe lo que nos depara el año 2021? ¿Viviremos hasta finales de este año? No lo sabemos. Así que, apresurémonos a tomar la mano del Emmanuel. Él es nuestra Luz y nuestra Salvación.

Oremos en este día dedicado a la paz para que este valor, a través de María, inspire nuestras acciones y nuestras palabras para que el mundo sea más fraterno; Que la paz de Dios permanezca en el corazón de todos y todas. Que este nuevo año bajo la mirada contemplativa de María nos traiga paz, salud y felicidad. Amén.

Hna. Edwige Armelle Siba KEMONEANHON, op

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