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COMENTARIO SOLEMNIDAD DE SAN JOSÉ 2020

16 marzo, 2020

Si bien mi reflexión parte de las lecturas que la liturgia nos propone hoy, quiero hacerme eco de una constatación que hacen nuestros obispos en Aparecida, en donde nos dicen: “Nuestros pueblos nutren un cariño y especial devoción a José, esposo de María, hombre justo, fiel y generoso que sabe perderse para hallarse en el misterio del Hijo. San José, el silencioso maestro, fascina, atrae y enseña, no con palabras sino con el resplandeciente testimonio de sus virtudes y de su firme sencillez” (DA 274).

Tal como nos dice el 2º libro de Samuel “Él edificará una casa para mí”.  Casa, lugar de encuentro, de intimidad, lugar en donde compartimos la vida de cada día, espacio de diálogo y confianza, hogar en donde crecemos y nos formamos. El buen José, el carpintero de Nazareth,  es quien hace una casa, no con materiales, sino como espacio real para la presencia de Dios en medio de nuestra humanidad. Lugar en donde Jesús dio sus primeros pasos. Y en ese espacio, en esa casa, sin duda podemos repetir con los obispos latinoamericanos “José, es el que sabe perderse para hallarse en el misterio del Hijo.”

José, el justo. El que “recibe la herencia hecha a Abraham por la justicia que procede de la fe” (Rm 4, 13). El que cree en el plan de Dios y colabora activamente en su realización. José, como los  antiguos patriarcas nos enseñan a confiar y a ponernos en camino.

El silencioso José, no porque esté callado, sino porque está a la escucha. Un silencio que está  impregnado de contemplación del misterio de Dios, con una actitud de total disponibilidad a la voluntad divina. Su silencio no manifiesta un vacío interior, sino por el contrario, la plenitud de fe que lleva en su corazón y que guía su actuar.

El silencio de José no tiene nada de ingenuo, no es el silencio del que no se entera o no quiere complicarse la vida. José sí se entera: se entera de que su prometida está embarazada y aunque al principio quiere abandonarla, termina llevándola a su casa; se entera de que el niño está en peligro y, por eso, se lo lleva a Egipto; se entera de que su hijo se ha perdido y, por eso, lo busca. Y como se entera, no puede quedarse al margen, sino que busca soluciones y toma decisiones valientes. José se arriesga como resultado de una reflexión, hecha gracias a un silencio que escucha, valora y discierne.

Escuchar para José es abrir más su corazón para aceptar que, además de lo legítimo que son sus sentimientos hacia María, la primacía en su vida la tiene Dios.

Escuchar en José es hacerse cargo, es asumir la obra de Dios y ponerse del lado de la salvación.

Escuchar en José es abrir el corazón y cambiar de rumbo en las decisiones tomadas, es aceptar al otro y su realidad. Es cooperar y ponerse al servicio.

Contágianos José de tu silencio, tan necesario en nuestro mundo, demasiado ruidoso, que no favorece la contemplación y la escucha de la voz de Dios. Ayúdanos a que nuestro silencio sea fecundo, comprometido y valiente.

Hermana Ana Marìa Uccelli
Provincia «Santa Rosa de Lima»