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COMENTARIO DEL EVANGELIO 2 DOMINGO DE PASCUA 2021

6 abril, 2021

Hechos 4, 32-35
Sl 117, 2-4. 16ab-18. 22-24
1 Juan 5, 1-6
Juan 20, 19-31

Los discípulos se llenan de gozo al ver al Señor
y Jesús les regala la paz.

La palabra de Dios de este segundo domingo de Pascua nos enseña que nuestra fe es de un orden distinto al del conocimiento sensible.

Estaban los discípulos en una casa con las puertas cerradas por miedo a los judíos. Entró Jesús, se puso en medio y les dijo ¡Paz a vosotros!

A nuestro mundo actual ¡cuánta oscuridad lo envuelve! Tanta que también nosotros podemos tener miedo, perder la esperanza… Y nos preguntamos: ¿Dónde estás Señor? ¿Dónde está esa paz que nos prometes cuando las lágrimas son el pan de tantas familias? Pero Jesús rezumando amor y mucha paciencia nos dice: «No seáis tan incrédulos sino creyentes”.

¿Tenemos las puertas cerradas? ¡Abre la puerta, deja entrar al Espíritu!  que hará nuevas todas las cosas y te llenará de paz.

Podemos hoy también decir como Tomas desde el fondo del corazón, “¡Señor mío y Dios mío! ¿por qué he dudado?” la duda nos ha entristecido y alejado de la PAZ que sólo Él puede dar.

Hacer experiencia de Cristo Resucitado sólo es posible en la FE y la confianza, motor para caminar día a día. Cristo también puede quejarse de nosotras que nos dejamos llevar por el desencanto de la muerte, aunque la muerte para el que cree es VIDA, es disfrutar de la alegría del Resucitado, es  haber llegado a término, es un camino que acorta y acerca el  encuentro con  Cristo.

Y ¿dónde lo encontramos? Cristo se hace presente en Comunidad, en la familia, en la Iglesia. Todo lo que nos separa de los hermanos, nos aleja de la presencia y manifestación de Cristo,

La Fe nos remueve todo, nos da luz, nos hace abandonarnos, nos hace cambiar de camino, de dirección, nos hace CREER en lo que no vemos, nos da luz en nuestro caminar agobiado en ocasiones por tantas cosas que nos abruman, nos hace confiar en AQUEL que ha irrumpido en nuestra vida sorprendiéndonos y nos ha dado la paz. Lo hemos visto con ojos de amor, de enamoradas, y CREEMOS. «Señor mío, y Dios mío».

CREER en Jesús nos conduce a esperar en el silencio, en el abandono, en la confianza y a ser perseverantes a pesar de que la oscuridad, el miedo y la duda acechen a nuestra comunidad, o cuando esa oscuridad nos penetra en la noche interior de la espera. La fe no se apoya en evidencias y demostraciones “dichosos los que creen sin haber visto”

Jesús ante la incredulidad de Tomas, responde amorosamente, sin reprochar nada dice: «No seas incrédulo sino creyente» pero ¡qué afirmación o mandato tan rotundo! Sabe que quiere creer, pero es débil, necesita lo sensible. El amor vence a la duda, le hace girar a una gran afirmación total: «Señor mío y Dios mío». Hoy nos podemos preguntar ¿Cuál es mi fe? Quizá también me siento débil y dudo pero Jesús lo admite y me  dice “No seas incrédula  sino creyente”.

La fe es la que aguanta nuestra vida en momentos de oscuridad, de frialdad, de rutina.  La fe hay que alimentarla con la Palabra y con la Eucaristía y manifestarla en obras en el encuentro con los hermanos. La fe nos alienta, nos hace audaces, nos empuja al amor, al servicio, al ANUNCIO. Incluso, a veces, nos hace salir de nuestra tierra. Ese amor que manifiesta nuestra fe nos lleva a decir al mundo: “¡CRISTO ESTÁ AHÍ, HA RESUCITADO!”

Gna. Carme Bosch

Dominica de la Anunciata