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COMENTARIO DE LA PALABRA PRIMER DOMINGO DE ADVIENTO CICLO A

26 noviembre, 2019

En este primer domingo de Adviento, comenzamos un nuevo año litúrgico. El Adviento es un tiempo especial en el que nos preparamos para la venida del Señor.  En el Adviento se habla de la venida de Dios en tres momentos históricos. El primero fue en Belén como el Príncipe de la Paz. El segundo es al final de los tiempos como Juez, mientras que el tercero es la venida de Jesús a nuestras vidas como Señor y Maestro. Este debería ser un período especial de encuentro con Cristo. Es un período que nos recuerda su primera venida, nos insta a prepararnos para su segunda venida y nos hace conscientes de su venida diaria a nuestras vidas. Para encontrarnos con Cristo, la primera lectura (Is. 2,1-5) nos invita a «subir al monte del Señor«. Es una invitación a encontrar a Dios en la Montaña Sagrada donde Él mora.

La montaña a la que se hace referencia es el monte Sión en Jerusalén y fue en esta montaña donde se construyó el templo. Como Jesús es el verdadero templo de Dios, estamos invitados a estar con Él y, como dice la primera lectura, «él nos instruirá en sus caminos y marcharemos por sus sendas”. No podemos entender los caminos del Señor o manchar por sus sendas si no estamos unidos con él.

Como el tiempo final vendrá inesperadamente, la lectura del evangelio (Mt. 24, 37-44) nos aconseja que nunca nos dejemos llevar por las actividades de este mundo en la medida en que perdamos la conciencia del tiempo final. El Evangelio nos aconseja estar siempre despiertos y preparados porque no sabemos el día en que nuestro Señor vendrá.

La inesperada llegada del Señor no pretende darnos miedo, sino prepararnos con seriedad. ¿Cómo entonces debemos prepararnos? San Pablo en la segunda lectura (Romanos 13,11-14) nos aconseja “dejemos las actividades de las tinieblas y pertrechémonos con las armas de la luz”, es decir «nos comportaremos con dignidad”. El Adviento es una oportunidad maravillosa para evaluar cómo somos como personas y cómo es nuestra relación con nosotros mismos, con Dios y con los prójimos.

Meister Eckhart, un místico dominico, nos recuerda que, si queremos que Dios venga a nosotros, el Hijo nazca en nosotros esta Navidad, debemos vaciarnos de la voluntad propia, vaciarnos de lo que queremos que Dios haga por nosotros, tenemos que vaciarnos de nuestros planes y deseos para  tratar sólo de hacer Su voluntad en nuestra vida. Dejar de lado nuestra voluntad y estar abiertos a la voluntad de Dios no es algo fácil, significa desprendernos de todas las cosas que nos impiden oír su llamada a la puerta de nuestros corazones.

Me acuerdo una conversación que tuve con una joven. Ella me dijo que tenía dificultad de compartir con otros sus experiencias de fe y su proceso de búsqueda del sentido de vida. Preguntando las razones y las causas de su dificultad, habíamos llegado a una teoría: el miedo de ser juzgada por sus amigos y por la sociedad de forma diferente de como ella percibe y sueña la vida. Esto le impide vivir en libertad y confianza. Ella concluyó diciendo que nunca podría avanzar en su vida de fe si no era capaz de dejarse en las manos de Dios. Solo en la disposición de vaciarse de su miedo, abrirse a la belleza del plan y de la voluntad de Dios vendría el Reino de Dios en su vida.

Ven, Señor, no tardes… libéranos de nuestros egoísmo y miedos,  y haznos capaces de recibirte en nuestra vida, sin miedo y llenos de ilusión tenerte como amigo y maestro.

Hna.  Glecy Punongbayan, OP