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COMENTARIO DE LA PALABRA DOMINGO XXII TIEMPO ORDINARIO CICLO C

27 agosto, 2019

Jesús, cuando compartía la comida con toda clase de personas, estaba afirmando su proyecto y su propuesta del ideal de una sociedad fraterna y de una convivencia solidaria.

Textos del 22º Domingo: 

Eclo 3,17-18.20.28-29: “Cuanto más importante seas, más humilde debes ser”.
Sal 67, 4-5.6-7.10-11: ¡Señor, tú eres bueno con los pobres!
Heb 12, 18-19.22-24: “Ustedes en cambio se han acercado a Jesús”.
Lc 14, 1.7-14: “Porque quien se engrandece será humillado, y quien se humilla será engrandecido”.

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COMENTARIO GENERAL A LOS TEXTOS DEL DOMINGO: 

Las lecturas de este domingo, especialmente el texto del Eclesiástico, el salmo y el evangelio, nos sitúan ante una actitud del humilde. Y una de las preciosas lecciones de la Biblia es que Dios acoge al humilde y rechaza al soberbio como la Virgen María en su canto de fe: “El Señor derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes». El libro del Eclesiástico aconseja: «Hazte pequeño en las grandezas humanas y alcanzarás el favor de Dios». Más aún es Dios mismo que prepara casa y mesa a quienes el mundo se las niega. Y el evangelio de hoy nos pone como discípulos de Jesús un gran desafío: además de sentar a su mesa a los humildes, el discípulo debe vivir como uno de ellos. Esta actitud cristiana es escasa y muy mal comprendida en la sociedad actual. Abundan las actitudes opuestas como la prepotencia de los que se creen poderosos, la soberbia, el orgullo, la vanagloria, la autosuficiencia, el mirar en menos o despreciar a los pobres, etc. Y sin humildad ni siquiera se pueden practicar las virtudes. Por eso los autores espirituales consideran la humildad como una virtud fundamental. Ya la misma palabra nos señala la dirección en que debe entenderse: humildad viene de “humus” o polvo. Y San Agustín la define como la virtud del límite. Toda persona si quiere madurar tiene que aprender a encontrarse con la limitación existencial, que pone freno al puro deseo infinito que se anida en el corazón humano.

En efecto, la humildad es un valor que embellece la personalidad. Qué agradable es el encuentro con personas sencillas y humildes. En ellas afloran otros muchos valores y son espejo de gran humanidad. Por el contrario, qué difícil es la relación con personas soberbias y orgullosas; generalmente acarrean otros defectos y no hacen jugosa la convivencia. La humildad es de lo más evangélico. Sin embargo, socialmente está poco considerada y familiarmente poco promovida y educada. Nadie quiere ser el último de la fila. No figurar, ser de abajo, ser sencillo y discreto se motiva poco, por más que en teoría se acepten como valores. Se educa más para ascender, para estar por encima, para ser famoso, para competir y triunfar, aunque por medio quede la dignidad hecha jirones…

La humildad nos permite comprender al otro en su fragilidad y pobreza y por ahí a ser misericordiosos y compasivos con el otro. Así nace la verdadera caridad fraterna y la posibilidad de perdonar de corazón. Quien es capaz de ponerse en el lugar del otro, reconocerlo como otro y compartir con él, es el que ha alcanzado ya un grado de humildad. Y cuando dejamos que Dios sea Dios, en su misterio insondable, y nosotros nos reconocemos creaturas suyas, finitas y limitadas, podemos vivir el sentido más hondo de la auténtica humildad.

Existe también la tentación de la falsa humildad; pero, como es apariencia, queda al descubierto antes o después. Si aceptamos con santa Teresa de Jesús que la humildad es la verdad, nada más bonito que la naturalidad. Hoy Jesús nos habla de convites y banquetes. Son para Él un buen símbolo de lo que es el Reino de Dios. Pero en sus banquetes no hay privilegios, ni primeros puestos. La mesa es redonda. Todos están a la misma altura y comparten fraternalmente en igualdad.

En cambio, socialmente no suele ser así: quien más, quien menos, busca sobresalir… Hay diferencias según prestigio, condición social, méritos, fama… Sin embargo, para Jesús es de extraordinaria importancia optar por ser el último. Él mismo lo testimonió siendo uno de tantos, uno de la base. No buscó ascensos, rehusó escalar puestos. La fama y el medrar no le quitaron el sueño. Más aún, dice la carta a los filipenses que «a pesar de su condición divina, no hizo alarde de su categoría de Dios; al contrario, se despojó de su rango y tomó la condición de esclavo pasando por uno de tantos. Y se rebajó hasta la muerte y una muerte de cruz» (Flp 2,6-8).

CONCLUSIÓN
En resumen, el mensaje de hoy nos proporciona una gran lección de humildad. Humilde no es el carente de personalidad, pasivo, inútil o empobrecido. Humilde es aquel que toca tierra; se da cuenta de que es poca cosa, pero, aun así, se sabe destinatario del amor de Dios, lo acoge agradecido y lo irradia con generosidad. Todos los cristianos debemos ser exponentes de este valor tan humano y tan evangélico, porque sin humildad ni hacemos Reino de Dios, ni nosotros mejoramos. Como discípulos en camino tras las huellas de Jesús abramos nuestra mente y nuestro corazón para escuchar y acoger su Palabra, dejando que transforme nuestra vida, nuestra historia y nuestro mundo. Sólo Jesús tiene palabras de vida eterna.

 

Hna. NGO MBOG Odette Fidele OP
Vicariato «SAINT FRANÇOIS COLL»