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COMENTARIO DE LA PALABRA – DOMINGO 12 DE JULIO

7 julio, 2020

“…Salió el sembrador a sembrar…”

Mateo 13, 1-23

¿Cuántas veces hemos escuchado y reflexionado en comunidad, con nuestros alumnos, en los equipos directivos, los grupos juveniles, los docentes, los padres de familia los catequistas este pasaje del evangelio?
¡Más de una vez!, y cada vez que oímos el relato, volvemos de una u otra forma a las mismas imágenes:
El SEMBRADOR hace referencia a Jesús; la SEMILLA a la Palabra de Dios y el TERRENO, nuestra propia vida.

Jesús siembra su Palabra en todas las direcciones para que nadie quede “privado” de poder conocer su mensaje, sin distinción de edades, raza, condición social.

¿DAMOS A CONOCER SU BUENA NOTICIA A TODOS?

¿QUIENES SON LOS DESTINATARIOS DE NUESTRO ANUNCIO?

La semilla cae en diversos «terrenos».

Una parte, en la vereda, en donde se la comen los pájaros y la Palabra de Dios se pierde. ¿Qué parte de nuestra historia personal simboliza la vereda? ¿En dónde Dios, aún no ha tenido lugar?

Otra en terreno pedregoso, dónde la Palabra cae pero no logra tener raíces profundas. Escuchamos la Buena Noticia, pero no somos capaces de cuestionarnos, vivimos la vida superficialmente…

Entre matorrales, espinas…, donde la semilla se ahoga entre tantas hierbas.
¿Los MCS, el exceso del uso de las nuevas tecnologías, la preocupación por estar a la altura de…; ciertas prioridades, nuestro lugar de “confort” no serán la razón del ahogo de la Buena Noticia en nuestra vida?

Por último cae en tierra buena. Jesús nos explica en la parábola del sembrador que toda nuestra vida es una lucha. Hay que vencer el viento, la dureza de las piedras, las espinas… Para los que conocen de campo saben que no basta con tirar la semilla para cosechar frutos abundantes. Hay que elegir el terreno. Hay que preparar la tierra, cuidar la semilla y tirarla a tiempo. Hay que regar, quitar la maleza y, sobre todo, segar en el momento oportuno. Este proceso implica lucha, trabajo, esfuerzo… paciencia…

La esencia de la semilla es dar fruto. De manera análoga, la palabra de Dios, está destinada a producir fruto. La cantidad de fruto que produce depende, de nuestra apertura para asimilar la palabra.

Les propongo un ejercicio de oración e imaginería para realizar en algún momento de la semana.

  • Busca un lugar tranquilo y toma una postura cómoda.
  • Trata de “silenciar tu interior” y percibir los ruidos que vienen de afuera.
  • Pon atención a tu respiración y disfruta este momento de silencio y de encuentro con
    ese Dios Padre que conoce tu historia y te mira con amor y ternura.
  • Imagínate en medio de la multitud escuchando a Jesús que está predicando en una barca a
    poca distancia de la orilla. La gente escucha, sus palabras. Igual que ellos, tú estás atenta a su mensaje.

Después de terminar su parábola, Jesús desembarca y se acerca a todos sus oyentes. Cuando llega ante ti, te mira fijamente y deposita en tu mano cinco semillas.

  • Después de un rato, tomo una semilla y la arrojo al camino. Al rato, un pájaro viene volando
    y se la lleva. Me pregunto ¿qué es lo que le ha sido arrebatado a mi vida antes de que
    tuviera la oportunidad de echar raíces?. ¿Qué oportunidades no he tenido?
  • Tomo otra semilla. Esta vez la arrojo en terreno rocoso, donde la tierra es estéril. Veo con cuánta rapidez brota; sin embargo, cuando el sol calienta, mi semilla pronto se marchita y muere. Pienso sobre lo que se ha marchitado demasiado pronto en mi vida. ¿Qué resultó ser sólo superficial, sin suficiente raíz?
  • Tomo una tercera semilla y la arrojo entre los espinos, observo como la maleza crece de prisa, y terminan sofocándola. ¿Qué es lo que nunca logró llegar a madurar en mi vida, porque se fue ahogando con “las preocupaciones”? ¿Qué es lo que nunca alcanzó las expectativas previstas?
  • Después de unos minutos, arrojo la cuarto semilla en tierra fértil. Miro cómo crece alta y da abundante fruto. Pienso en todo lo que ha sido fecundo en mi vida. Doy gracias a Dios. Por todos los signos de vida en mi historia personal.
  • Me queda una última semilla; representa el tiempo de mi vida que aún no ha llegado. No conozco ni cuánto ni cómo será., bajo la mirada de Jesús, arrojo mi última semilla…

PARA FINALIZAR

Hazme Señor, terreno fértil, para recibir en lo profundo la semilla de tu evangelio. Para esperar cada mañana el agua fecunda de tu palabra. Para confiar en tu cuidado y aceptar las podas de mis malezas. Para brotar con nueva fuerza en actitudes de mujer nueva. Para crecer con perseverancia en la misión que tú me muestras. Para dar frutos que alimenten la vida y camino de otros, como me diste ejemplo. Quiero ser terreno fértil acepta mi pobre tierra y abónala con tu presencia cada jornada de mi vida. Te lo pido por Jesucristo tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo, por los siglos de los siglos. Amén.

Hna. Andrea Iturbe