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COMENTARIO AL XXVII DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO CICLO A 2023

3 octubre, 2023

Los textos de este domingo nos invitan a contemplar, en el misterio de Dios, el rechazo y la resistencia del hombre a su Creador.

A pesar del cuidado con que el Maestro cuida su viña, esperando que produzca uvas buenas (rectitud, justicia), en su gran decepción sólo produce uvas malas (injusticia, gritos de angustia). Esta viña somos hoy nosotros, el pueblo de Dios, y esto nos interpela: ¿Cómo responder a la gran solicitud con la que nuestro Dios nos rodea, colmándonos cada día de sus beneficios (conocidos y desconocidos)?

Para ello, San Pablo, en la segunda lectura, nos ofrece una manera perfecta de beneficiarnos de esta herencia prometida por Dios y que nos permitirá producir buena uva: la práctica del bien, que implica la escucha de Dios, de su Palabra, como nos dice Jesús en las primeras palabras del Evangelio de hoy: «Escuchad esta parábola». Se dirige a personas que no quieren escuchar nada. Los líderes religiosos a los que cuenta esta historia deberían haber dado prioridad al Reino de Dios. En lugar de eso, sólo piensan en sí mismos y en los puestos de honor que ocupan.

«Escuchad esta parábola». Esta es también una recomendación de Jesús para nosotros hoy. Es más importante que nunca: estamos inundados de noticias y ruido, acabamos por no prestar atención. Cuando Jesús nos pide que escuchemos, es para invitarnos a salir de nuestros errores; quiere llamar nuestra atención sobre una verdad esencial. Esta parábola trata de la viña del Señor. Cuando la Biblia habla de ella, es para hablarnos del amor apasionado de Dios. La relación del viñador con su viña es como la de un padre con su hijo, en el que está presente y cuida con gran amor. Esta viña representa el mundo y todo lo que existe en él, la humanidad de la que somos miembros; es el cuerpo de Cristo. Sólo somos administradores de esta viña, cuyas cuentas se nos pedirá que llevemos, pero a menudo nos comportamos como propietarios.

Somos capaces de cantar: «Todo viene de ti, oh Padre, bondadosísimo…», pero nos dejamos sorprender hablando y actuando como si todo viniera de nosotros. Como cristianas, y religiosas además, somos enviadas a dar testimonio del Evangelio. Pero no debemos olvidar que sólo somos canales de la gracia del Señor, que cuenta con nosotras para que la salvación de Dios llegue a todos sus hijos. Y para lograrlo, necesitamos su gracia. A pesar del pecado que a veces nos distrae, debemos perseverar en hacer el bien, porque Dios, que escribe «recto con renglones torcidos», puede sacar un bien mayor, incluso de nuestras debilidades y de nuestros rechazos.

Que su presencia en medio de nosotros nos conforte y nos dinamice siempre en este camino de conversión.

Sr. Nelly Barbara-Bembèrèké