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COMENTARIO AL VIERNES SANTO 2021

2 abril, 2021

Día de la salvación de toda la humanidad; día en el que, después del Jueves Santo, el mismo Señor nos dio su Cuerpo y su Sangre como alimento. La institución de la Eucaristía fue la concreción de sus palabras, en acciones, por amor a cada uno de nosotros, sus criaturas. «Maltratado, no abre la boca, como un cordero llevado al matadero», las palabras del profeta Isaías se aplican a la pasión de Jesús según San Juan, bajo los rasgos del siervo sufriente, prefiguración de Jesús acusado y condenado. Ahora bien, es por nuestros pecados que este inocente fue aplastado  y fue por Él que todos los hombres han obtenido la paz y la curación. «He aquí el hombre” según Pilato, en su fragilidad, abandonado, excluido, desfigurado.

La cruz de Jesucristo es el acto radical de amor en el que se realiza verdaderamente la reconciliación entre Dios y el mundo marcado por el pecado, como dice el Papa Emérito Benedicto XVI en su libro “Desde lo más profundo de nuestros corazones” escrito en colaboración con el Cardenal Sara. El pecado continúa alejándonos aún más de Dios, nuestro creador en estos tiempos en los que el hombre se esfuerza por abrazar los valores antihumanos y anticristianos. El hombre sigue queriendo ser igual a Dios cuando una minoría intenta imponerse a la mayoría que sufre en cuerpo y alma. Estamos en un mundo que aboga por los contra-valores. Todo esto para que la generación joven ignore a Dios y lo destierre de su vida y especialmente de su vivencia cotidiana.

Incluso hoy, el Viernes Santo se repite en nuestras vidas y en nuestro mundo. Jesús se vuelve a entregar por nosotros para que nuestra vida pertenezca enteramente a Dios. Nos estimula y anima a volver a nuestro Creador de quien depende toda la vida humana basada en la imitación de Cristo. Como Cristo nos dijo y nos lo repite «sin mí no sois nada». Hoy más que nunca nos damos cuenta de que Cristo y la experiencia de su amor siempre manifestado a nosotros, nos permite comprender que sin él realmente no somos nada. Ante este pequeño virus que nos paraliza y nos hace entrar en un sistema mundial en el que el enemigo quiere someter a toda la creación. Pero a pesar de todo, se hace más urgente nuestra confianza en Jesucristo, rostro del amor del Padre ofrecido a la humanidad. Señor, te seguimos lastimando con nuestras palabras, gestos, acciones y nuestra actitud hacia nuestros hermanos y hermanas debilitados por los diversos males que atentan contra nuestra actual sociedad prendada por la facilidad y que quiere todo de manera rápida e inmediata sin el menor esfuerzo. Entonces, se entrega a prácticas innobles que a veces nos desafían. ¿Qué pasa con el hombre? ¿Aquel en quien Dios puso su aliento vivo y modeló a su imagen y semejanza? ¿Hemos perdido el sentido común, la conciencia dada libremente por Dios al hombre para marcar la diferencia entre él y los animales, las cosas?

Hoy, con Jesús despreciado, desfigurado en el camino de la cruz, andan todos los hombres despreciados por nuestro mundo, los que no saben defenderse, que no tienen educación, que cargan con el costo del progreso técnico y económico.

Con Jesús desfigurado, todos los hombres están también desfigurados: el ejecutivo, el trabajador anciano despedido o degradado, el emigrante, estos jóvenes que cruzan el mar arriesgando su vida, y muchas veces tratados de anti-sociales sin salida a pesar muchas veces de tener diplomas universitarios.

Los hombres y mujeres desfigurados, dañados por el alcohol, las drogas, los barrios bajos, el vandalismo, la prostitución, los niños desvitalizados por el hambre o la desnutrición y también aquellos a quienes nuestras guerras, nuestras guerrillas, nuestros accidentes de carretera matan y mutilación. Estas son las víctimas de nuestros pecados, del mundo que Jesús vino a quitar a costa de su muerte. En su pasión, quiso mostrar solidaridad con aquellos a quienes vino a salvar.

La experiencia que Jesús hizo del sufrimiento, de las lágrimas, de la oración suplicante, del hombre lidiando con la angustia y el miedo a morir, le permite comprender nuestras debilidades en la prueba.

Nadie puede ahora decir que está solo o abandonado en su dolor. Jesús está cerca de él, Él es el compañero de su dolor que le trae ayuda y misericordia.

Jesús es también el Hijo que nos enseña el valor redentor del sufrimiento ofrecido para salvar al mundo. Porque clamó a Dios: «¿Por qué me has desamparado? «. Jesús está cerca de los que desesperan por la miseria o el sufrimiento, porque grita: «Dios mío, Dios mío». Jesús nos asegura que nuestros gritos llegan a Dios: su esperanza y la nuestra no son en vano.

Hna. Marie Odile EKOU

VICARIATO SAINT FRANÇOIS COLL