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COMENTARIO AL V DOMINGO DE CUARESMA CICLO A 2023

23 marzo, 2023

26 de marzo
Ezequiel 37, 12-14
Sl 129
Romanos 8, 8-11
Juan 11, 1-45

La experiencia que vivimos nos habla de muerte a causa de terremotos, tormentas y demás fenómenos naturales; también nos alcanza el drama de la muerte por la violencia humana provocada por agresiones y por conflictos bélicos en diferentes partes del mundo. La muerte es una realidad presente en nuestro vivir diario y pone de manifiesto la fragilidad de la vida humana, por más que pensemos dominar tantos ámbitos de la vida gracias a la ciencia. El ser humano ha conseguido alcanzar niveles que nos parecían no hace mucho tiempo sueños e ilusiones. Y con todo, la muerte continúa su camino cobrándose la vida de los vivientes, entre los que nos encontramos los seres humanos. Parece que nadie escapa al destino de muerte, como si esta fuera la última palabra también en el siglo XXI.

Los cristianos somos conscientes de que no es así: la muerte no tiene la última palabra. Afirmar esto no es una simple ilusión ni una vana esperanza, porque sabemos que ha habido alguien que ha vencido a la muerte. Así es: Jesucristo ha experimentado la muerte, pero, a diferencia de los demás mortales, ha vencido a la muerte con su gloriosa resurrección. Así lo proclama el mismo Jesucristo: «Yo soy la Resurrección» y añade: «Yo soy la Vida para siempre». Este es el pensamiento central y la idea principal de las lecturas de este domingo V de Cuaresma.

La liturgia de este Domingo nos anuncia claramente que está próxima la Semana Santa y nos prepara para celebrar el Misterio Pascual de Jesús, nos habla de su Victoria sobre la muerte y de su gloriosa Resurrección.

La primera lectura es ya una promesa de Resurrección. En el texto se presenta el espíritu que se infunde a los cuerpos para que sean vivientes. Es un claro paralelo con la creación del ser humano en el capítulo segundo del Génesis, cuando Dios sopla en el rostro del hombre su propio aliento y así, el hombre resulta un ser viviente.

El Salmo 129 es un salmo que destaca por la plena confianza en Dios que perdona, que redime, que levanta, que cuida la vida.

La segunda lectura habla claramente de la victoria sobre la muerte. El Espíritu otorga la vida, que significa la vida de la resurrección. La vida que el creyente vive en la hora actual es la de Cristo resucitado de entre los muertos, y por lo mismo es ya un anticipo de la resurrección futura de “nuestros cuerpos”, gracias al Espíritu que habita en nosotros. Dios es el que da la vida, la vida material orgánica, pero sobre ella la vida del Espíritu.

El episodio del Evangelio nos muestra que Jesús es capaz de comunicar una vida nueva, de vencer a la muerte. La resurrección de Lázaro fue una catequesis para los discípulos de Jesús y también para Marta y María, que tuvieron que dar un paso más allá de lo que hasta entonces sabían por su fe en la resurrección de los muertos.

Jesús preguntó a Marta si creía que él era la resurrección y la vida. Marta respondió: «Sí Señor, yo creo que tú eres el Cristo, el Hijo de Dios».

            La resurrección de Lázaro es un ejercicio práctico de fe, es adhesión a la persona de Cristo en plenitud de pensamiento, corazón y obras. Las palabras de Marta nos tendrían que hacer pensar a nosotros y ajustar nuestra vida a la seguridad que nos ofrece Jesucristo y que nos repite constantemente:

María parece reprochar a Jesús su tardanza cuando le dice: «Señor si hubieras estado aquí no habría muerto mi hermano». María aprenderá que la última palabra la tiene el Señor, que devuelve la vida a Lázaro. Esta debería ser también nuestra fe.

A las palabras de María el Señor no respondió con más palabras, sino que le regaló un corazón abierto, manifestando sus sentimientos. El Señor, escribe el evangelista, se conmovió en su espíritu… se echó a llorar, se conmovió en su interior. Lázaro era amigo de Jesús y Jesús llora por su muerte, como lloraban las hermanas de Lázaro. Lo sorprendente, lo “milagroso” estaba por acontecer por más que nadie pudiera imaginarlo. Aquí es donde nuestra fe queda puesta de manifiesto, sometida a la prueba de la realidad.

El Señor pone a prueba la fe de las dos hermanas. En el diálogo de Jesús con Marta encontramos estas palabras de consolación en boca de Jesús: «Tu hermano resucitará». Marta respondió: «Sé que resucitará en la resurrección en el último día». En este punto encontramos la clave de todo el episodio, pues Jesús responde a Marta diciéndole: «Yo soy la resurrección y la vida… ¿Crees esto?»

Y nosotros ¿creemos esto, que Jesucristo es la resurrección y la vida?

Este evangelio es de una gran ayuda para nuestra fe y para toda nuestra vida cristiana. Debemos acogerla con generosidad, confianza y gratitud a Dios. En el vivir de cada día vamos a seguir dando lo mejor de nosotros mismos para que la vida triunfe en nosotros y con ella demos siempre gloria a Dios. Este es el testimonio que debemos ofrecer a nuestro mundo, en medio de las personas con quienes convivimos, tan necesitadas todas de esperanza, de seguridad, precisamente porque vivimos en un mundo donde parece que la vida no la vivimos, sino que somos absorbidos por el ritmo frenético que otras mentes tratan de imponer a la humanidad entera.

Que este tiempo que todavía nos queda de la Cuaresma nos ayude a intensificar nuestra oración para ponernos a la escucha del Señor y que, como Marta y María y Lázaro, podamos ver el día de Pascua la gloria de Dios en Jesús Resucitado.

Hna. Angélica Álvarez

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