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COMENTARIO AL IV DOMINGO DEL TO CICLO B 31 DE ENERO

26 enero, 2021

Marcos 1, 21-28

 Cristo nos dirige hoy su enérgico grito, sin dudas y con autoridad: Cállate y sal de él” (Mc 1,25). Lo dice a los espíritus malignos que viven en nosotros y que no nos dejan ser libres, tal y como Dios nos ha creado y deseado. Observarás que los fundadores de las ordenes religiosas, la primera norma que ponen cuando establecen la vida comunitaria, es la del silencio: en una casa donde se tenga que rezar, ha de reinar el silencio y la contemplación. Como dice el adagio: “El bien no hace ruido; el ruido no hace bien”. Por eso, Cristo ordena a aquel espíritu maligno que calle, porque su obligación es rendirse ante quien es la Palabra, que “se hizo carne, y puso su morada entre nosotros” (Jn 1,14).

Como vemos las lecturas de este domingo nos invitan a conocer a Jesús a través de sus enseñanzas y de sus obras. ¿Cómo enseñaba Jesús? “Les enseñaba con autoridad” (Mc 1,22). Jesús enseñaba la verdad, pero con autoridad. Enseñaba con humildad. Jesús enseñaba para que la gente entendiese bien. Era cercano a las personas, las tocaba, curaba sin reparo a los doctores de la Ley.

Los demonios saben quién es Dios. El relato del evangelio de hoy es un ejemplo. Entre los demonios y nosotros los seres humanos hay al menos una diferencia; existe una palabra que ellos nunca pronuncian y nosotros sí podemos pronunciar. Ellos pueden decir de Jesús que es el Mesías, el Santo de Dios, pero jamás le llamaran “Señor”. Porque hacerlo conlleva implícitamente aceptar el reinado, el señorío de Dios, reconocer a Dios como Señor implica aceptar una relación de amistad y confianza entre criatura y creador.

El evangelio de Marcos muestra a Jesús con poder sobre los espíritus inmundos. Marcos señala la identidad de Jesús que ha venido a terminar con el dominio de la maldad, a derrotar no tanto al enemigo de Dios, pues no hay rival para Dios, cuanto al enemigo del ser humano. Porque para el diablo y los suyos, el ser humano es el ser para conquistar, dominar, abatir, … a través de la mentira, la confusión y la división. Jesús aparece como sanador, liberador, el que devuelve al ser humano la verdad sobre sí mismo y su identidad profunda como ser vinculado con su creador y Padre Dios. La liberación de un hombre en la sinagoga es el signo externo de aquel profundo camino de curación y liberación del cual todos tenemos necesidad, y que todos podemos experimentar, si aceptamos entrar en contacto con el Señor, dejándonos alcanzar para llegar al corazón de nuestras posesiones y a los abismos de nuestras esclavitudes y así ser liberados.

                                                                 Hna. Nila Lozano Gutiérrez, OP

                                                                   COMUNIDAD DE ROMA-ITALIA