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COMENTARIO AL EVANGELIO VII DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO CICLO C

15 febrero, 2022

1º libro de Samuel 26,2.7-9.12-13.22-23
Salmo 102
1º carta a los corintios 15,45-49
Evangelio de San Lucas 6,27-38

Dios se relaciona con los seres humanos desde la misericordia y la compasión

En el evangelio de san Lucas, Jesús nos habla sobre la misericordia. En su instrucción nos invita a reproducir lo mismo que hace el Padre: “sean misericordiosos, como su Padre es misericordioso» (Lc 6,36). En esta afirmación encontramos una buena noticia porque nos dice que, la manera de Dios para relacionarse con los seres humanos es la misericordia y la compasión; desde esta forma de ver las cosas, si el Señor es compasivo y misericordioso, su forma de relacionarse con la humanidad es la misericordia.

Si Dios es así con sus hijos e hijas, nuestra respuesta debe ser actuar como Él. Jesús nos muestra el camino a seguir porque es la encarnación de la misericordia divina, “y del mismo modo en que seamos semejantes a Él en su vida terrena, también seremos semejantes a Él en la celestial” (cfr. 1 Co 15,49). La misericordia es una perfección propia de Dios; por tanto, una virtud que debe usar todo representante suyo y todo el que quiera parecerse a Él.

La manera de concretar la tarea de ser misericordiosos en nuestra vida diaria conlleva una exigencia difícil: “amen a sus enemigos, hagan el bien a los que los aborrecen, bendigan a quienes los maldicen y oren por quienes los difaman” (Lc 6, 27). Estas palabras impactantes nos colocan frente a una de las características más importantes del mensaje de Jesús sobre el perdón; no obstante, ¿es posible perdonar a las personas que nos han hecho daño en la vida?, en el primer libro de Samuel tenemos un ejemplo; veamos la actitud de David frente a Saúl, interesado en hacerle daño. Saúl se puso en camino con tres mil soldados israelitas para perseguir a David; sin embargo, éste, aunque tuvo en sus manos la oportunidad de clavar en tierra a Saúl con su propia lanza mientras dormía, no quiso atentar contra el ungido de Dios; de esta manera se mostró misericordioso frente a su enemigo. Podríamos pensar que David tenía razones para matar a Saúl; sin embargo, como persona creyente, “deja en las manos de Dios el juicio al no atentar contra el ungido del Señor.” (cfr. 1 S 26,23).

Conscientes de que, el “Señor es compasivo y misericordioso”, tal como lo proclamamos en el salmo 102, pidamos a nuestra Madre Santísima, que podamos dar testimonio de la misericordia del Padre, especialmente con aquellas personas que nos hemos distanciado. Ojalá que la misericordia puede ensanchar nuestro corazón. De esta manera nos apropiaremos del consejo de Jesús.

Hermana Gloria Xol Chun
Dominica de la Anunciata (OP)