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COMENTARIO AL EVANGELIO V DOMINGO DE CUARESMA 2021

20 marzo, 2021

Jeremías 31, 31-34
Sl 50, 3-4. 12-13. 14-15. 18-19
Hebreos 5, 7-9
Juan 12, 20-33

 El evangelio de hoy hace referencia a un grupo de griegos que habían viajado a Jerusalén con motivo de la Pascua Judía. Algo debían haber oído de Jesús, por eso se dirigen a Felipe, uno de los discípulos, para expresarle su deseo: «Señor, quisiéramos ver a Jesús.» Felipe se lo dice a Andrés. Los dos le hacen llegar su petición a Jesús. Da la impresión de que todo se está preparando para un encuentro interesante, pero no sabemos si, al final, los griegos fueron llevados a presencia de Jesús o no.

En el evangelio de Juan, el término «ver» significa penetrar en lo más íntimo de una persona, captar su identidad. El evangelista se presenta como alguien que ha visto y oído (cfr. 1Jn 1) solo el testigo auténtico puede dar a conocer. Juan parece pretender que los que leamos este texto lleguemos a ver a Jesús, es decir, a captar su verdadera identidad, por eso, en lugar de concluir el episodio de los griegos, introduce un discurso en el que Jesús se deja ver, manifiesta su rostro.

Comienza de forma sorprendente: «Ha llegado la hora de que sea glorificado el Hijo del hombre.»  Esta hora ha sido anunciada a lo largo del evangelio desde Caná y en sucesivos momentos. Se trata, no tanto de un momento puntual, cuanto de una situación decisiva, hacia la que todo se orienta.

Ha llegado la hora en la que Jesús puede mostrar cuánto ama, ese es el momento glorioso, el momento en el que puede manifestarnos quién es realmente, Él es amor. Lo explica con una comparación: «si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda infecundo; pero si muere, da mucho fruto».

Jesús ha decidido plantarse en la tierra del sufrimiento humano para, desde dentro, transformar la perdida en ganancia, la muerte en vida. Haciéndolo, nos ofrece a todos la regla de oro para una vida fecunda: morir a nuestro egoísmo para que viva el amor. Esta regla es aplicable a cualquier persona y situación.

Ha llegado el momento crucial de su misión y siente la tentación de huir, de pedir al Padre ser salvado de aquella hora, pero sabe que, solamente a través de su muerte, el Padre podrá revelar al mundo su inmenso amor por el hombre: «Ahora mi alma está agitada, y ¿qué diré?: Padre, líbrame de esta hora. Pero si por esto he venido, para esta hora. Padre, glorifica tu nombre.»  ¡He aquí la ACEPTACIÓN de Jesús de la hora!

La respuesta le llega del cielo: en Jesús que se da a sí mismo, el Padre manifiesta plenamente su gloria: «Lo he glorificado y volveré a glorificarlo

Ver en profundidad el rostro de Jesús, captar su verdadera identidad exige un compromiso total porque amar es darlo todo, entregarlo todo, sin escatimar nada; hasta desaparecer como el grano en la tierra. Su propuesta es «escándalo para los judíos y locura para los griegos» (como veíamos en la 2ª lectura del 3er Domingo de cuaresma) y, sin embargo, solamente quien, como él, no se aferra a su vida, sino que la entrega por amor, la transforma, porque nadie puede tocar el amor, porque el amor es vida divina.

  • ¿Es posible descubrir la verdadera identidad de Jesús en un contexto cultural tan egocéntrico como el que vivimos actualmente?
  • ¿Experimentamos la alegría que brota de una entrega incondicional?

¡Qué difícil nos resulta aceptar el camino del Maestro cuando llega la hora! la hora de la dificultad, de la pandemia, del sufrimiento, del desconcierto, del sinsentido…  Precisamente ahora que estamos ya a las puertas de la Pasión-Glorificación de Jesús, pidamos al Padre que seamos capaces de permanecer junto a Él, como las mujeres, con María al pie de la cruz, para acoger el don de la vida definitiva.

Hna. Loli Abad