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COMENTARIO AL EVANGELIO PRIMER DOMINGO DE ADVIENTO CICLO C

23 noviembre, 2021

Jer 33, 14-16; Sal 24; 1Tes 3, 12-4,2, y Lc 21,25-28.34-36

 El día 28 de noviembre celebramos el primer domingo de Adviento, empezamos un nuevo año litúrgico. Empezar algo, empezar una nueva etapa de nuestra vida, ha de significar siempre esperanza, cambio, novedad. Si no experimentamos estos impulsos sería señal de que, espiritualmente, nos sentimos viejos. Y, un cristiano ha de tener siempre el espíritu joven, porque somos imágenes de un Dios que no envejece nunca. No envejece jamás porque es AMOR y, quien ama siempre es joven.

Este Adviento ha de significar para nosotros y nosotras un paso adelante en nuestra esperanza y en nuestra capacidad de amar. Hemos de procurar crecer y mejorar, aunque no siempre resulte fácil, porque nos acompaña nuestra propia historia en la que no todo es positivo: en ella hay tristezas, decepciones, infidelidades, pecado.

Pero fijémonos en el evangelio de este domingo: en unas imágenes apocalípticas, propias de aquella época, el Señor se presenta como aquel que tiene la fuerza para renovarlo todo.

Cuando puede parecer que las cosas no nos van bien, que se tambalean nuestros proyectos, es entonces cuando más debemos confiar en el Señor que dice: «Cuando estas cosas comiencen a suceder, erguíos y levantad vuestra cabeza, porque vuestra redención está cerca».

Jesús es aquel que viene a destruir todo aquello que de negativo hay en nosotros y nosotras y nos permite recomenzar de nuevo en cada Adviento, en cada día. Hemos de agradecérselo, ya que esto es posible porque Él nos ama más que nadie y un día quiso hacerse un niño para traernos la salvación. Esto es lo que nos recuerda todos los años la fiesta de Navidad y, el Adviento que hoy comenzamos es una preparación para esta gran fiesta que inicia el plan de salvación para toda la humanidad.

Puede parecernos extraño que, en el Evangelio de hoy, en lugar de hablar de la próxima Navidad, se nos hable del fin de los tiempos. Pero el hecho de hacernos mirar hacia el futuro tiene su sentido: es importante recordar de donde venimos, pero es también necesario tener presente hacia donde vamos, porque no nos podemos quedar satisfechos y anclados en lo que hemos conseguido. Hemos de saber mirar hacia delante con coraje y seguir avanzando.

Cada Adviento nos invita a reemprender el esfuerzo. Es lo que S. Pablo nos dice en la segunda lectura: «…comportaos así y seguid adelante». Y para no equivocarnos, hagamos nuestra aquella plegaria que expresamos en el Salmo: «Señor, enséñame tus caminos, instrúyeme en tus sendas».

Quien se esfuerza en seguir los caminos del Señor descubre, cada vez con mayor claridad, que Dios está presente en nuestra vida llevándonos de la mano para seguir adelante. Esto es lo que nos da seguridad y confianza.

¡FELIZ Y FECUNDO ADVIENTO!

H. Mª Asunción Mitjans Gaspa

Dominica de la Anunciata