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COMENTARIO AL EVANGELIO – JUEVES SANTO 2023

3 abril, 2023

JUEVES SANTO, RECUERDO DE LOS GESTOS DE JESÚS

La Liturgia de la Palabra del Jueves Santo celebra la memoria de la Cena del Señor: la institución por Cristo, de la Eucaristía y del sacerdocio. Por medio de la Eucaristía, en forma de pan y vino consagrados, Cristo ofrece su cuerpo y su sangre para la salvación del mundo. Durante esta misma cena, Jesús se arrodilla ante cada uno de sus discípulos y les lava los pies, asumiendo así la postura de un siervo.

El Evangelio de este Jueves Santo nos hace meditar sobre el modo en que Jesús nos salvó. En el acto de lavarle los pies, se revela el amor infinito de Dios y el gran sacrificio de su salvación. En efecto, al despojarse de sus vestidos, Jesús nos muestra cómo se despojó de su condición divina para venir a salvarnos: Jesús, que se hizo uno de nosotros, asumió la condición de siervo. Al hacer lo que estaba reservado a siervos y esclavos, demostró un acto de gran humildad en el que Dios se hizo pequeño ante el hombre para ponerse a su servicio. Dios se arrodilló ante Judas, su futuro traidor, ante Pedro, que más tarde le negaría, y también ante cada discípulo, que representa a cada uno de nosotros, con lo bueno y lo malo. Jesús viene a nosotros incluso en nuestras debilidades, en nuestra pobreza. Como Pedro, debemos aceptar dejarnos amar por Cristo, dejarnos purificar por él.

Uno puede evaluarse bien a sí mismo, preguntándose cómo vivo con cada hermana de mi comunidad, con cada miembro de mi familia. ¿Qué lugar le doy como ser humano? ¿Estamos dispuestos a sacrificar nuestro tiempo, nuestro dinero, nuestra riqueza e incluso nuestra persona por el bien de los demás? Jesús nos dice: «Si yo, el Señor y el Maestro, os he lavado los pies, vosotros también debéis lavaros los pies los unos a los otros”.

Jesús nos invita a un servicio verdadero y sincero, que no excluye a nadie ni pone condiciones. Sí, debemos lavarnos los pies unos a otros. Lavar los pies de mi hermana, de mi hermano, significa aceptar ensuciarme, dejar mi orgullo, aceptar bajar al nivel más bajo que existe para escuchar la miseria de mi hermana sin juzgarla, aceptar compartir y soportar su dolor, aceptar llevarlo con paciencia sin exponerla ni publicar sus defectos y debilidades.

Para que Jesús pudiera realizar este servicio, se dice en el texto que se quitó la ropa, la puso a un lado y ató la toalla (Jn 13,4). Se despojó de todo lo que pudiera ser un obstáculo para este acto de humildad. ¿Estamos dispuestos a despojarnos de todo para servir a los demás como Cristo? Hacer como él significa, pues, despojarnos de nuestro orgullo, de nuestra grandeza, de nuestros títulos, de nuestra indiferencia y de nuestras diferencias, de nuestros prejuicios, de nuestra desconfianza, para revestirnos del vestido del servicio y rebajarnos al nivel de un servidor. Jesús nos llama a bajarnos como condición para servir a los demás.

Así, en este Jueves Santo, revivimos la institución del sacramento de la Eucaristía, fuente y cumbre de la vida cristiana, sacramento por el que Dios desciende a nuestro nivel, para hacer de nosotros su morada. Por eso, cada vez que comulgamos, nos convertimos en tabernáculos vivientes, nos hacemos uno con Cristo, y por eso debemos conformar nuestra vida a la suya, viviendo, por tanto, como «otros Cristos». Esto se reflejará en nuestra vida en comunidad y en nuestras misiones, a través de nuestras palabras y obras; y en el sacramento del Orden, por el que Jesús delega su poder en un ser de carne para que, a través de su pobre persona, Él mismo pueda permanecer eternamente presente en medio de su Iglesia.

Por eso, hoy, Jesús nos pide tres cosas: que dejemos nuestros vestidos y los dejemos a un lado, que nos pongamos el vestido del servicio y que nos abajemos para servir a los demás. Señor Jesús, tú, Señor y Dios nuestro, que has dejado tu dignidad y tu gloria para abrazar nuestra condición humana al rango de siervos y esclavos, venimos a ti para aprender a servir bien a nuestros hermanos y hermanas a quienes nos envías, comenzando por nuestras hermanas de comunidad. Que el Señor nos conceda la gracia de la humildad en el servicio, del verdadero amor y de la verdadera conversión.

Recemos unos por otros. Amén.

Hna. MUKASHYAKA JULIETTE

Comunidad de Abom en Yaounde