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COMENTARIO AL EVANGELIO II DOMINGO DE NAVIDAD

1 enero, 2022

Para leer las lecturas

“Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad”

Sí, la voluntad de Dios necesita una respuesta de nuestra fe y confianza en Él. No podríamos celebrar la Navidad sin la respuesta afirmativa de María, su “Sí” incondicional. El Señor puede hacer todo lo que quiere, pero Él siempre respeta nuestras decisiones, nuestras respuestas, para cumplir su voluntad.

Navidad: celebramos el Amor de Dios, el Amor que nos ha dado su único Hijo que nació en medio de la humanidad. “El Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros” gracias al Fiat de María. Un fiat que cambió su vida y la de toda la creación de Dios.

El Niño Jesús es la revelación del Amor de Dios a la humanidad. Nació para traer la paz y el amor,  la redención a este mundo. Pero su destino en esta tierra fue de contradicción: “El mundo se hizo por medio de Él y el mundo no lo conoció. Vino a su casa y los suyos no lo recibieron”… ¡qué pena da pensarlo! Él vino para hacer la voluntad de su Padre, para dar su amor a todos, y este amor recibió tantas indiferencias… Por lo menos, Él no estaba solo, no todo el mundo lo rechazó, porque en el silencio José y su Madre María le cuidaron y testimoniaron su amor. Y el evangelio de este domingo agrega: “Surgió un hombre enviado por Dios, que se llamaba Juan, éste venía como testigo, para dar testimonio de la luz, para que todos creyeran por medio de él…”.

La vida cristiana es una vida de fe y amor. No solo intentamos vivir con este amor, sino que también debemos procurar transmitirlo a las nuevas generaciones. Si la voluntad de María es ser la esclava de Señor: “hágase en mí según tu palabra”, la vocación de Juan es ser su testigo. Y nosotros, como cristianos, también somos llamados a ser testigos de fe y de amor por Él. La fe que nos llega de la Luz que nace por Amor.

Cada una de nosotras recibimos la fe y la práctica cristiana por medio de la familia. Mi madre y mi abuela fueron mis primeras maestras de vida y de fe cuando me enseñaron a rezar cada día y cuando contemplaba cómo vivían sus vidas de cristianas. El Padre Coll nos enseña “Luz, Luz, Luz…”: sí, una luz enciende otra luz, la luz de la fe y la esperanza en Jesús. Jesús es el amor del Padre que vino a vivir con nosotros para que podamos llamar a Dios “Abba, Padre” por medio de Él.

En nuestro mundo de hoy, como para Juan el Bautista, ser testigo de la Luz de Jesús también es un desafío, especialmente en algunos lugares y entre las personas que no creen. Si el mundo lo rechazó a Él, ¿cómo no rechazará también a sus seguidores? Y, en el caso de ser despreciados por otros, ¿cómo actuamos? ¿Cuál es nuestra actitud para con ellos?

Es importante expresar la fe en palabras, pero lo verdaderamente esencial es cómo vivimos, qué testimonio damos para que, aún sin decir nada, nuestra vida sea un signo de paz, de fe y de amor para todos los que encontramos en nuestro camino. ¿Podemos amar a los que nos hacen daño? ¿Podemos ayudar a los que nos necesitan sin mirar quiénes son?…La Palabra nos desafía a vivir dando amor a todos, puesto que Jesús vino para dar su vida por todos, para enseñarnos a amar como Él nos ama.

Hna. HUYNH THI HOANG TRAM

Provincia San Raimundo de Peñafort