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COMENTARIO AL EVANGELIO EN LA FESTIVIDAD DE LA SAGRADA FAMILIA

25 diciembre, 2021

En aquel pequeño mundo en Nazaret Jesús aprendió a tener un corazón universal.

La salvación viene de modo sencillo entre los sencillos.

Hoy, el primer día de la octava de Navidad, la liturgia nos invita a celebrar la Fiesta de la Sagrada Familia y a contemplar cuatro personajes significativos de la Historia del pueblo de Israel y de nuestra fe cristiana: María, José, Ana y Simeón. Dos parejas en actitud de oferta, de desprendimiento, descubren que, en Jesús el Niño Dios, el Padre cumplió su promesa. Que, en Aquel pequeño Niño, está el gesto supremo del amor de Dios por toda la humanidad y de esta manera Dios nunca estuvo tan cerca de nosotros, tan solidario con nuestra condición humana.

En este texto del Evangelio de San Lucas (2,22-35.39-40) tenemos el encuentro de la esperanza de Israel con el Mesías, el esperado de tanto tiempo y anunciado por los profetas.  Simeón y Ana acogen a Jesús en el Templo, ellos representan a todo el pueblo de Israel que esperaba ansiosamente su liberación y la restauración del Reinado de Dios sobre su pueblo.

En aquel encuentro se cumplía la gran profecía: Ana la mujer alegre del anuncio, una de las primeras predicadoras de la Buena Noticia y Simeón reconoce que Aquel Niño traía la salvación para toda la humanidad, El era y es la LUZ para todas las naciones y la gloria de Israel. Así el evangelista Lucas revela la universalidad de la salvación de Dios, el Mesías no fue solo enviado a su pueblo, y sí a todos los pueblos de la tierra. Después de esperar tantos años, ahora pueden contemplar, alabar y anunciar. Considero esas palabras muy dominicanas que deben suscitar en nosotras la misma actitud y reconocimiento: que, en aquel Niño estaba y está la liberación de nuestros pueblos, El es el Emanuel, el Dios con nosotros, nosotras, que asumió nuestra carne y nuestra historia.

Las palabras pronunciadas por Simeón y por Ana, así como la actitud de ellos nos ensenan a reconocer el paso de Dios en la historia de la humanidad y alegrarnos con su salvación, descubriendo cada día que nuestro Dios viene de modo sencillo entre los sencillos. La sabiduría, cultivada en los largos años de vida, les permitió reconocer la revelación de Dios en la sencillez y en lo cotidiano de la historia.

La alabanza y la alegría de Simeón y Ana se prolongan en la Iglesia, sobre todo en este Tiempo de la Navidad y en la oración de las Completas cada noche, cuando proclamamos con nuestras voces que Jesús es la luz que vino alumbrar las tinieblas, pues El es la luz para todas las naciones.

Como María, José, Simeón y Ana cultivemos las actitudes que contemplamos en este gran misterio y abramos nuestro corazón para agradecer, ofrecer y reconocer al Emanuel que puso su tienda entre nosotros-nosotras.

“Cada familia en un mundo” y dentro de ese pequeño “mundo” la vida se expande en diferentes direcciones, haciendo emerger rasgos originales de cada uno, los gestos, los pensamientos, las actitudes, la personalidad, la cultura… Allí, entre los más cercanos e íntimos, que cada persona se hace más humana; es allí donde cada uno es reconocido en su identidad. Jesús hizo la experiencia de pertenecer a una familia concreta; vivió intensamente en este ambiente humanizador. En aquel pequeño mundo en Nazaret Jesús aprendió a tener un corazón universal.

Es hermoso pensar en el hecho de que el Hijo de Dios ha querido tener, como todos los niños, la necesidad del calor de una familia. Precisamente por esto, la Familia de Jesús, la de Nazaret es la familia-modelo, en la que todas las familias del mundo pueden hallar su sólido punto de referencia y una firme inspiración.” Papa Francisco

Que la Sagrada Familia bendiga todas  las familias  del mundo y  puedan surgir  de su seno   muchas vocaciones  para  la Iglesia,  para nuestra Familia Anunciata.

Hna. Celestina Veloso

Comunidad de Roma