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COMENTARIO AL EVANGELIO DOMINGO XXVII DEL TIEMPO ORDINARIO CICLO B

29 septiembre, 2021

Textos litúrgicos:  Gn 2,18-24; Hb 2:9-11 ; Mc 10:2-16

Las lecturas de este 27º Domingo del Tiempo Ordinario B nos recuerdan la calidad de la comunión que el Señor quiere establecer entre Él y nosotros. Para esto, la relación entre los cónyuges humanos se nos da como ejemplo. El hombre necesita a alguien a quien amar y a alguien que lo ame. Es por eso que el hombre no podía encontrar en ninguna de las criaturas un compañero, ninguno con quien intercambiar, para compartir su vida diaria. Y es en un sueño misterioso que Dios saca de su costilla, de su corazón la mujer «la carne de su carne, el hueso de los huesos», la «lshsha». A partir de este momento, el hombre descubre en la mujer lo que le llena, la saciedad (vis-versa). La atracción entre el hombre y la mujer no es una obra diabólica. La sexualidad no es mala.

Este es el misterio del amor. Así, el amor humano es como una forma poderosa de salir de la soledad y vivir en íntima comunión con el otro. Todos sabemos por experiencia personal que la soledad no nos conviene, que pesa y puede perjudicarnos cuando se prolonga. El encuentro entre el hombre y la mujer restaura la unidad original. El amor es existencial. Hombre y mujer, somos mitad para ser y solo terminamos en el otro. El amor es sagrado porque toca incluso la raíz del hombre. El matrimonio es eso. Esto es lo que Jesús toma en la Iglesia. El amor es lo que nos une y es la obra de Dios. Es por eso que Jesús dice: «¡Así que lo que Dios ha unido, que el hombre no lo separe!» Dios es el garante de este Amor. Por eso el amor es sagrado, nos supera. Todos casados o consagrados o sacerdotes, es el amor lo que nos edifica. Benedicto XVI dijo: «El amor es un don de Dios que nos hace vivir».

Y sólo los corazones de los niños, los humildes de Dios que acogen y viven en la gratuidad de este amor. Cristo nos lleva a la perfección de este Amor. Todos estamos llamados a la unión total, completa y definitiva de la cual el matrimonio es sólo el símbolo. Abramos nuestros corazones como Nuestra Madre en el cielo para que este Amor divino que nos hace vivir sea derramado.

Hna. Marthe ABADAHOUE op

Vicariato Saint François Coll (África)

Fuente de la imagen: Qumran