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COMENTARIO AL EVANGELIO DOMINGO XXII TIEMPO ORDINARIO CICLO C

23 agosto, 2022

Hoy Jesús fue invitado a cenar por un destacado fariseo. Jesús vio que la gente estaba eligiendo el asiento delantero y el mejor para sí mismos. Así que le dijo una parábola que no le humillara directamente y que mostrara valores aún mayores.

En la época de Jesús y hasta ahora, el nacimiento, la riqueza, la posición y la ciudadanía determinaban las clases sociales. Había diferentes acuerdos para sentarse entre las asambleas romanas, griegas y judías, pero todas tenían los asientos principales. En la sinagoga, la del centro era la mejor, la de la derecha la segunda y la de la izquierda la tercera. Normalmente la formación es la letra U. Por eso los invitados se sienten importantes, piensan que tienen derecho a estar en los mejores asientos. Eso es autopromoción.

Como notamos que el VVIP (Una persona muy muy importante) son los que están en un buen asiento, cerca del anfitrión, y tienen una buena vista. Jesús no está en contra de dar honor a quien lo merece, pero está en contra del abuso del poder y el prestigio para la autopromoción.

En el mundo de hoy, la gente común compite por la fama, la fortuna, el poder y el estatus. Pero aquí Jesús nos enseña de la manera inversa que tenemos que elegir el asiento más bajo.  Pero es el lugar menos deseado entre nosotros. El » más bajo «o» último lugar » también tiene un aspecto teológico de la última cosa o el fin de los tiempos. Jesús les estaba pidiendo que tomaran un asiento que nadie más quería. Eso es difícil de seguir, pero Jesús quiere que sepamos que este lugar de humillación se convierte en una gran fuente de fortaleza espiritual para aquellos que pueden ver su valor y buscar dar gloria a Dios. Eso se llama humildad. El estatus trae poder, y el poder a menudo engendra orgullo. Humildad significa ignorar el rango o la clase. Como dijo C. S. Lewis, «La humildad no es pensar menos de ti mismo, sino pensar menos en ti mismo»

Las personas humildes no piensan que son mejores que los demás. Una persona humilde ve a los demás más importantes que él o ella. Es un pecado ser orgulloso. El orgullo nos separa de Dios. La humildad es la verdad en la autocomprensión, no en la autopromoción.

Jesús nos enseña además que hay que dar sin esperar recibir nada a cambio.  Esa es la forma de servir a los pobres, los lisiados, los cojos y los ciegos porque son incapaces de pagar, pero Dios nos dará a cambio, la  recompensa del cielo. Mientras que la gente mundana está buscando esas famas y se extravía y puede perder sus almas. Muchas personas viven sus vidas de manera tranquila y sencilla. Están contentos con Dios, la familia, los amigos y un estilo de vida sencillo como los santos.

Jesús fue mil veces VVIP, el hijo de Dios, pero él mismo, humilde, tomó la carne humana. Él viene a servir a los más pequeños, a los perdidos, y a salvarnos de todos los pecados. Él es un auténtico espejo de humildad para que lo sigamos. Especialmente como seguidores de Jesús, necesitamos ser como él. Ser humilde es ser humano. Así que tomemos el «asiento más bajo» y aprendamos a ser humildes y a servir a los necesitados

Hna. Agnes Do Thi Diem Ly, OP