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COMENTARIO AL EVANGELIO DOMINGO XIX DEL TIEMPO ORDINARIO CICLO B

3 agosto, 2021

PRIMERA LECTURA: 1 REYES 19,4-8
SALMO 33,2-9
SEGUNDA LECTURA: EFESIOS 4,30-5
LECTURA DEL EVANGELIO SEGÚN SAN JUAN, 6,41-51

La Liturgia de la Palabra de Dios, hoy nos habla de la bondad del Padre y que siempre nos regala el PAN DE CADA DÍA. El alimento que nos da vida. Jesús se presenta como el Pan vivo bajado el cielo, como Hijo y regalo del Padre, el único alimento que nos mantendrá vivos para siempre.

Aunque comamos un pedacito de Él, experimentamos: ”que bueno es el Señor”. Tendremos un mismo Espíritu y seremos también nosotros un regalo de Dios para los demás.

El profeta Elías se siente agotado, sus fuerzas físicas y espirituales, no lo dejan ya concentrarse…está sin ÁNIMO que casi le lleva al desconsuelo total. Desea morir y quiere que llegue ese momento del traspaso. Pero, Dios  le envió un PAN que le dio fuerzas para seguir caminando hasta llegar a esa unión de la verdad e intimidad con Dios.

En la segunda lectura, San Pablo nos invita a ser amigos del Espíritu Santo y tener los mismos sentimientos de Jesús. ”Sed buenos, comprensivos, perdonándoos unos a otros como Dios os perdonó en Cristo”.

Muchas veces escuchamos de alguien: yo no hago mal a nadie. Y se creen ya perfectos… ¿Pero, hacen el bien? Cuantos no hacen el mal, pero tampoco hacen el bien y su vida llega a la indiferencia, la apatía la tibieza. Esta actitud es totalmente contraria al Evangelio de Jesús.

En el Evangelio vemos como veían a Jesús como un gran Maestro, modelo de hombre, pero eran incapaces de verlo como enviado del Padre.

Hoy Jesús nos invita acercarnos a Él con Fe para descubrir, que el “hijo del carpintero” es el Hijo de Dios y alimento para nuestras vidas.

Abramos nosotras el oído, la mente y el corazón para acoger y meditar su Palabra, que es vida y esperanza de los que buscan y quieren asemejarse a Jesús por su fidelidad y valentía.

En el Salmo 33 de hoy, nos anima a decir, y sobre todo a confiar: “GUSTAD Y VED QUE BUENO ES EL SEÑOR”.

Jesús nos dijo en el Sermón de la montaña: Vosotros, sed perfectos como vuestro Padre celestial es perfecto. Mt.5,48

Sed misericordiosos como vuestro Padre es misericordioso. Lc. 6,36

Desterrad de vosotros la amargura, la ira, los enfados…y toda maldad. Sed buenos, comprensivos, perdonándoos unos a otros como Dios os perdonó en Cristo. Ef. 4,32

Amor sincero que se expresa en gestos de cercanía, palabras amables y escucha. Es lo que construye: cordialidad cristiana y humana.

El que cree tiene vida eterna. El que coma de este Pan vivirá para siempre. Porque del cielo, no puede venir la muerte, sino la VIDA. Es un pan vivificante que nos da fuerza y estímulo para el camino (recordemos al Profeta Elías).

Muchas veces, áspero y pedregoso el camino y otras veces, repleto de luces y sombras que nos hacen parar para tomar decisiones veraces y coherentes para seguir el camino. Jesús se manifiesta como la respuesta definitiva a las necesidades y aspiraciones del ser humano.

Seamos buen PAN, que se parte y se comparte para hacernos cercanos a las personas más pobres y necesitadas. Acerquémonos a la realidad como lo hizo el “buen samaritano”. Impliquémonos a lo más cercano y no pasemos de largo. Seamos coherentes con lo que creemos.

La Palabra de Dios puede ser a la vez dulce y amarga: dulce porque nos da fuerza para vivir: esperanza, alegría … Amarga porque la Palabra, a menudo cuestiona nuestra forma de vivir. Y es que el Evangelio es una fuente inagotable de la que todos podemos beber.

Y hoy, ¡cómo no recordar a Ntro. Padre Santo Domingo!

ALGUNOS RETAZOS DE SU VIDA.

Era un hombre de Dios. De él dijeron muchos de los que le conocieron: que SIEMPRE hablaba con Dios o de Dios.

Todos los hombres cabían en la inmensa caridad de su corazón.

Amándolos a todos, de todos era amado.

Consideraba como un deber suyo, alegrarse con los que ríen y llorar con los que lloran. Rm.12,15

Ni en sus palabras ni en sus obras se observaba el menor vestigio de aflicción o de doblez.

A medida que crecía, su corazón y su sensibilidad dejaban entrever la gran riqueza espiritual que llevaba dentro.

Como a todos amaba, de todos era querido. Siempre estuvo al margen de contiendas.   

Quiso que su última predicación fuese para los novicios. A los que consoló y animó como solo él solía hacer.

Su ecuanimidad era inalterable, a no ser cuando se turbaba por la compasión y misericordia hacia el prójimo.

Con su ALEGRÍA, atraía fácilmente el afecto de todos y cuantos le miraban, quedaban de él prendados.

La luz de su semblante no tenía jamás ocaso.

—Pidámosle que, siga intercediendo por toda la Familia Dominicana y que nos envíe vocaciones tal como la IGLESIA las necesita hoy¡!

Hna. Mercedes López Rodríguez O.P.

Provincia de San Raimundo de Peñafort