NOTICIAS

COMENTARIO AL EVANGELIO DOMINGO XIV DEL TIEMPO ORDINARIO CICLO C

28 junio, 2022

 

Is,66,10-14 ; Ps65 ; Ga 614-18 et Lc 10, 1-12, 17-20

«¡Alegraos!» Tal es la llamada que nos hacen los textos de este día. La alegría a la que nos invitan los textos de este domingo es la alegría de la propia restauración de Dios, la alegría de la unión con Cristo a pesar de las vicisitudes de la vida, la alegría del avance del Reino de los cielos, pero, sobre todo, la alegría de la santidad, de estar con Dios después de nuestra vida como testigos fieles en la tierra.

En el Evangelio, Jesús envía a 72 de sus discípulos a llevar la paz al mundo, pero también a curar, a cuidar, a aliviar. Nos enseña que, en el cuidado del cuerpo, el discípulo debe preocuparse por volver el corazón de las personas hacia Dios, llevándoles esa paz cuya pérdida nos aleja de Dios, de nuestros hermanos y de nosotros mismos. Sin embargo, esta misión no está exenta de peligro, pues el Señor los envía sin nada, desamparados, débiles y frágiles como corderos, abriéndose solo a la providencia para que provea sus necesidades. La pobreza material no es la única carencia que deberán enfrentar, pues es posible que no sean bien recibidos por todos, mucho más, que sean perseguidos, pero esta situación no debe desanimarlos, al contrario, son llamados por Jesús a seguir adelante.

San Lucas subraya también que el Maestro los envía a todas las ciudades «a las que él mismo iba». Esto significa que el enviado está llamado a ir allí donde se sienta la necesidad de su presencia. Jesús no abandona a sus discípulos, está con ellos por medio del Espíritu que él mismo envió. Para permanecer unido a este Espíritu, el discípulo debe permanecer unido a Dios en la oración, pidiéndole que envíe más obreros a la mies. También a través de la oración los discípulos están llamados a permanecer unidos a Dios, a mantener encendida la llama del Reino de Dios y a propagarla a los demás con el testimonio de vida. Los discípulos tendrán entonces el poder de curar todas las enfermedades e incluso de expulsar a los demonios.

Todo esto es motivo de alegría, no porque tengan poder y fuerza sobre las fuerzas del mal, situación que les haría replegarse sobre sí mismos y separarse de Dios, sino porque, dando testimonio de Cristo muerto y resucitado y llevando los corazones de los hombres a Dios por el Espíritu, tendrán asegurada una participación en la dicha celestial. ¿No es éste el mayor de los bienes?

¡Que Dios nos haga redescubrir la alegría de la santidad y dar testimonio de Cristo para vivir alegremente con Dios por la eternidad!

Hna ABATSONA MONTOKI Nina Sandrine,

Comunidad de Kombissiri, Burkina Faso