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COMENTARIO AL EVANGELIO – DOMINGO DE LA ASCENSIÓN DEL SEÑOR

19 mayo, 2023

Hch 1,1-11; Sal 47; Ef 1,17-23; Mt 28,16-20

La hora de los testigos

Si tuviéramos que hablar literalmente de la Ascensión, sería una difícil empresa que nos dejaría, en algún momento, sin argumentos. Simplemente, porque no se entendería. Y como no siempre se trata de razonamientos, podemos decir que Jesús, en la Ascensión, no sube a los cielos como un cohete, ni como un ascensor.

La Ascensión del Señor pertenece a una categoría totalmente distinta. Sí, Jesús sube al cielo, para que nosotros estemos en la tierra; se va al Padre, para que nosotros estemos con los hermanos y hermanas. Acaba su misión, para que nosotros empecemos y continuemos su obra. Más aún, hace como el que se va, para que no nos confiemos, para que no permanezcamos pasivos, pensando que él lo va a hacer todo. Es de ámbito espiritual y por eso, esta fiesta, que es la de un misterio, reviste una doble importancia: es, por un lado, la confirmación de nuestra fe en la resurrección de Jesús; y por otro, la de nuestra responsabilidad como seguidores de Cristo. Y esto implica:

En primer lugar, acabar con el inmovilismo. “¿Qué hacéis mirando al cielo?”, preguntaron aquellos dos hombres vestidos de blanco que, hoy, somos todos los bautizados. Toca volver la mirada a la tierra y llevar a cabo el encargo recibido. Se acabaron las apacibles contemplaciones. Es la hora de salir de nuestras zonas de confort, de las fortalezas de nuestras comunidades y parroquias, para recorrer los caminos y las ciudades, para dar a todos y a todas la Buena Noticia; dar razón de nuestra fe. La oración y la contemplación son indispensables sólo si alimentan nuestra fe. Por lo tanto, nuestras obras de servicio, amor y solidaridad han de ser obras de fe, y no de intereses o conveniencias.

En segundo lugar, anunciar desde la propia experiencia. “Id y haced discípulos de todos los pueblos”, nos dice Jesús al final del evangelio. Es un hecho que sólo puede realizarse por quien se ha dejado tocar y encontrar con y por Él. Se trata de anunciar a Jesús, no a base de teorías, más bien desde la propia experiencia, sin ocultar ni reemplazar o licuar su mensaje, puesto que es él, el autor, la esencia y el término de todo anuncio. De esta forma, se entiende también que la Iglesia nacida del mandato del Señor de ir a enseñar y bautizar en su nombre, no es únicamente para un círculo selecto de personas creyentes, sino un movimiento de acercamiento incondicional para todos, a la experiencia de encuentro con el Señor, para que puedan creer.

En resumidas cuentas, el recuerdo de la subida del Señor a los cielos muestra claramente que lo más importante de la Iglesia no es ella, sino el mismo Señor Jesús, y la misión por él confiada. Y esa misión ha de ser evangelizadora, animadora y motivadora. Hoy, nosotros somos depositarios y continuadores de la misma: anunciar y bautizar, siendo en todo momento testigos.

                                                                       Gna. Montse Umbert Ausió OP

Comunidad de Sta. Úrsula (Barcelona)

                                                               Provincia «San Raimundo de Peñafort»