NOTICIAS

COMENTARIO AL EVANGELIO DEL XXX DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO · CICLO A · 25 DE OCTUBRE

20 octubre, 2020

A lo largo de nuestra vida, hacemos muchas cosas, si bien no todas tienen el mismo valor. Esto hace que haya vidas llenas y vidas vacías. ¿De qué depende que una vida sea estéril o fecunda? La respuesta nos la da Jesús en el Evangelio de hoy: Lo más importante, lo que da sentido a nuestra vida es amar: amar a Dios con todo el corazón y a los demás como a nosotros mismos. El que ama ha ganado, aunque no haya hecho nada espectacular. Para el que ama no hay cosas pequeñas.

Jesús nos dice que hemos de «amar a Dios con todo el corazón, con toda el alma, con todas las fuerzas». ¿Cómo entenderlo? Pues, por ejemplo, hemos de agradecerle, la vida, la fe, la familia, la vocación… y todo lo que tenemos. Agradecerle la paciencia que tiene con nosotros y que siempre nos da la oportunidad de volver a empezar.

Amar a Dios es, sobre todo, escucharlo, dejar que su Palabra penetre todo nuestro ser y nos transforme. Santa Teresa de Jesús decía: «Aquel que se acerca a Dios no queda indiferente». Es cierto: quien entra en contacto con Dios no puede quedar como estaba antes: sale transformado, mejorado. Dios es Amor y en contacto con Él nos hacemos más aptos para amar.

Jesús también nos ha dicho que hemos de amar a los demás, y nos da una norma de comportamiento bien clara: «Ama a tu prójimo como a ti mismo» ¿Qué es lo que a mí me gusta? ¿Cuáles son los males que deseo evitar? Estas son las mismas preguntas que debo hacerme hacia los demás: esta es la norma. Hemos de actuar de manera que los otros puedan tener todo aquello que valoramos: afecto, alegría, bienestar, esperanza, cultura, libertad, seguridad… Y, de la misma manera, procurar evitarles todo aquello que nos disgusta: sentirnos olvidados, infravalorados, tristes, inseguros, faltos de lo necesario material, cultural y espiritualmente…

«Es la hora de amar»

Recordemos a Charles de Foucauld, aquel gran santo que pasó su vida en los pueblos de África del Norte: Él tenía grabada esta frase en su despertador: «Es la hora de amar». Éste era el primer mensaje que recibían sus ojos cada día al despertarse.

Y el Padre Coll, en muchos de sus escritos, hace una llamada a amar al prójimo como signo seguro de que se ama a Dios.

 

H. Mª Asunción Mitjans Gaspa
Dominica de la Anunciata