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COMENTARIO AL EVANGELIO DEL XXVI DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO CICLO A

22 septiembre, 2020

PARÁBOLA DE LOS DOS HIJOS · Mt 21, 28-32 

 La Palabra de Dios que podemos y tenemos para reflexionar, es un mensaje de vida que nos ayuda a pensar en cómo vamos construyendo nuestra propia vida. Siempre es un alimento espiritual personal y para todos los que estamos dispuestos a seguir el camino que Jesús nos enseñó con su vida y misión.

En este domingo 27 de septiembre el evangelista Mateo nos presenta la parábola de los dos hijos a quienes el padre invita a trabajar en la viña. Una parábola que tiene como dos partes pues Jesús se lo dice a los sumos sacerdotes y a los ancianos del pueblo.

Jesús denuncia la hipocresía en los fariseos, que cuidaban la fachada pero no los contenidos de su fe. Seguramente  no les debió gustar nada a los dirigentes del pueblo de Israel que Jesús los comparara con los pecadores públicos a los que ellos despreciaban: “Les aseguro que los publicanos y las prostitutas llegan antes que ustedes al Reino de Dios”.

Jesús apreciaba a las mujeres y sufría viéndolas reducidas a ser prostitutas. Las aprecia no por su manera de vivir sino por su capacidad de cambiar y de poner al servicio del bien la propia capacidad de amar.

En la primer parte de la parábola se plantea las posturas de los dos hijos frente a la solicitud del padre de ir a trabajar en la viña. Aquí se trata de la obediencia a la autoridad. Uno que no acepta pero luego va y otro que dice si voy y luego no va.

Dos reacciones que pueden ser las de cada uno de nosotros frente a un pedido o solicitud. ¿De qué depende el cambio de actitud? Depende del momento para recapacitar y sentirse integrante de una familia y, por lo tanto, de obedecer a quien es la autoridad, en este caso, el padre. El sentido de pertenencia a una familia es el que hace que la persona asuma las tareas como parte de su formación y crecimiento.

Jesús dice: “Todo el que hace la voluntad de mi Padre que está en el cielo, ese es mi hermano, mi hermana y mi madre” (Mt 12, 50) y “todo el que escucha las palabras que digo y las pone en práctica, puede compararse a un hombre sensato que edifico su casa sobre roca” (Mt 7, 24).

Los dos hijos representan la distinción entre los dos tipos de judíos, los dirigentes religiosos que no creen y los marginados que si creen. La creencia ciega es la de los ancianos del pueblo, de los viejos rutinarios y de los sacerdotes, pues son éstos a los que Jesús dice que los publicanos y las prostitutas eran superiores y que los precederían en el Reino de los cielos.

El hijo que dice: “iré” pero no fue, es como los ancianos y sacerdotes que asumiendo la tarea de guiar  para la verdad a los jóvenes y a los que están subordinados, se mantienen en un exclusivismo condenable, apagando hasta de las almas, alguna centella de fe que recibieron.

En cambio, el hijo que dijo: “no quiero” pero fue, es como esos publicanos y prostitutas que se demoran pero, al final, cambian de vida y se convierten algunas veces en obreros de la siembra de Dios.

Toda enseñanza de Jesús es para cada uno de nosotros. Algunas veces habla con dureza, pero otras, con una inmensa ternura y nos ayuda a reflexionar sobre cómo es nuestra vida, cómo la vamos construyendo, a quiénes nos parecemos… o si estamos en el camino del arrepentimiento y cambio de vida. La voluntad de Dios es que trabajemos, no solo para nuestro provecho personal, sino en bien de nuestros semejantes y así poder colaborar en la construcción del Reino de Dios.

Myriam Tadeo

Provincia «Santa Rosa de Lima»