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COMENTARIO AL EVANGELIO DEL XXV DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO CICLO A – 20 de SEPTIEMBRE

15 septiembre, 2020

Isaías 55, 6-9
144, 2-3. 8-9. 17-18
Filipenses 1, 20c-24. 27a
Mateo 20, 1-16

 El texto evangélico que nos ofrece la Iglesia para el XXV Domingo del tiempo ordinario del año A, nos presenta un propietario que salió en distintos momentos del día a contratar trabajadores.

Observemos primero algunos detalles para la comprensión y la meditación de este pasaje:

  • La parábola en cuestión sólo la presenta San Mateo. En este relato Mateo se estaba dirigiendo a los judeocristianos con el objetivo de demostrar el carácter mesiánico de Jesús y la extensión del reino de los cielos, primero en el pueblo elegido y luego en el mundo. El texto presentado para nuestra meditación dice algo al respecto;
  • En tiempos de Jesús los trabajadores se reunían todas las mañanas en la plaza del pueblo, esperando ser contratados. Es una práctica que todavía hoy se puede encontrar en partes del Oriente Medio;
  • Un denario, es decir la paga que el patrón da a los trabajadores al final de la jornada, permitía, a una familia de cuatro, vivir un día;
  • El maestro representa a Dios; los obreros a los hombres y la vid, al reino de Dios.

El reino de los cielos es como el dueño de una hacienda que sale por la mañana a contratar trabajadores para su viña.
Se dan en el texto dos movimientos: el del amo que sale en busca de obreros para su viña, digamos para su pleno desarrollo y el de los obreros que salen con la esperanza de ser contratados o mejor, con la esperanza de encontrar su pleno desarrollo. El maestro solo contratará a los que encuentre en la plaza del pueblo. No entra en las casas para obligar a la gente. En otras palabras: Dios quiere la felicidad del hombre, sin embargo, espera que participe en su propia felicidad sin ser obligado a hacerlo. San Agustín dirá: «Dios nos creó sin nosotros, pero no puede salvarnos sin nosotros».

Quedo de acuerdo con ellos sobre el salario del día: un denario, es decir, una moneda de plata. Se establece un contrato de trabajo entre el patrón y los trabajadores. Podemos decir que el maestro observa las reglas de la sociedad. Da lo que el empleado se merece y lo que da no es insignificante.

Salió hacia las nueve, vio a unos que estaban allí, en la plaza, sin hacer nada. Y a estos les dijo: «Id también vosotros a mi viña, y os daré lo que es justo». Téngase en cuenta que esta vez no hay contrato de trabajo. Sin duda, a esta hora del día ningún patrón está contratando y dar trabajo a quienes encuentran en ese momento, es un favor que les están haciendo por pura compasión. Los envía sin detalles exactos sobre su retribución. Estos actúan con diligencia sin decir una palabra con la única idea de ser gratificados con lo que es correcto. Es una prueba de confianza en el maestro. La pregunta que se puede hacer es el saber qué es lo correcto según el maestro.

A eso de las cinco volvió a salir, encontró a otros que estaban allí y les dijo: «¿Por qué habéis estado parados ahí todo el día, sin hacer nada? Ellos respondieron: «Porque nadie nos ha contratado». Él les dijo: “Id también vosotros a mi viña»
El diálogo abierto entre el maestro y los trabajadores de la última hora revela quizás el desaliento y la angustia de estos últimos por no haber sido contratados durante la primera hora. Son enviados a la viña sin contrato y sin ninguna promesa. Se someten humildemente sin decir una palabra. Esto refleja su confianza en el maestro y su abrumador deseo de haber estado en la viña toda la jornada.

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Hna Josiane Babang

Vicariato Saint François Coll