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COMENTARIO AL EVANGELIO DEL XVIII DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO AGOSTO 2020

28 julio, 2020

Is. 55,1-3. El profeta Isaías nos muestra en este domingo que Dios es quien da y siempre el primero. Solamente espera que le abramos la puerta.

Rm. 8,35-37-39. El apóstol S. Pablo nos interpela: “¿Quién nos separará del amor de Cristo?”. No hay fuerza exterior que lo logre. Nadie puede apartarse de Cristo y olvidarlo cuando realmente ha conocido su gran amor.

Mt. 14,13-21. El evangelista Mateo no se preocupa de los detalles del relato. Solo le interesa enmarcar la escena presentando a Jesús en medio de la “gente” en actitud de “compasión”. Esta compasión está en el orden de toda su actuación.

Jesús “ve el gentío, le da lástima y cura a los enfermos”. Su experiencia de Dios le hace vivir aliviando el sufrimiento y saciando el hambre de aquellas pobres gentes.

El tiempo pasa y Jesús sigue ocupado en curar. Los discípulos le interrumpen con una propuesta: “Es muy tarde”, lo mejor es “despedir” a “aquella gente” y que cada uno se “compre” algo de comer.

Jesús les replica con una orden tajante, que los cristianos satisfechos de los países ricos no queremos entender: “Dadles vosotros de comer”. Frente al “comprar”, Jesús propone el “darle de comer”. No lo puede decir de manera más clara. Él vive gritando al Padre: “Danos hoy nuestro pan de cada día” Dios quiere que todos sus hijos e hijas tengan pan, también quien no lo puede comprar.

En un mundo donde mueren de hambre millones de personas, los cristianos solo podemos vivir avergonzados.

Al comienzo del relato se produce un diálogo muy esclarecedor.  Al ver que la gente tiene hambre, los discípulos proponen la solución más cómoda y menos comprometida; “que vayan a las aldeas y se compren algo de comer”; que cada uno resuelva su problema como pueda. Jesús les replica llamándoles a la responsabilidad; “dadles vosotros de comer”; no dejéis a los hambrientos abandonados a su suerte.

No lo hemos de olvidar. Si vivimos de espaldas a los hambrientos del mundo, perdemos nuestra identidad cristiana, no somos fieles a Jesús; a nuestras comidas eucarísticas les falta su sensibilidad y su horizonte, les falta su compasión.

El milagro de la multiplicación de los panes nos invita a descubrir que el proyecto de Jesús es alimentar a los hombres y reunirlos en una fraternidad real en la que sepan compartir su “pan y su pescado” como hermanos.

Para el cristiano la fraternidad no es una exigencia junto a otras. Es la única manera de construir entre los hombres el Reino del Padre.

El evangelista nos recuerda que no podemos comer tranquilos nuestro pan y nuestro pescado mientras junto a nosotros hay hombres y mujeres amenazados de tantas “hambres”. Los que vivimos tranquilos y satisfechos hemos de oír las palabras de Jesús:” Dadles vosotros de comer”.

El gesto de Jesús invitando a las gentes a recostarse para compartir juntos una comida sencilla, bendiciendo a Dios por el pan que recibimos, puede ser una llamada para nosotras.

Este evangelio nos deja hoy a cada una un mandato de Jesús: “Dadles vosotras de comer”

Hna. Celia Tuñón