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COMENTARIO AL EVANGELIO DEL XIX DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO CICLO C

9 agosto, 2019

Lecturas del Domingo 19º del Tiempo ordinario- Ciclo C

El Evangelio de este Domingo empieza con una frase de ánimo y una llamada a la confianza plena en el Señor, a tener fe en su amor y misericordia: «No temas, pequeño rebaño, porque a vuestro Padre le ha parecido bien daros a vosotros el Reino». Jesús no se cansa de repetirnos a lo largo de su Evangelio que no debemos temer nada, porque el verdadero amor vence al temor. Pero la confianza no es una actitud pasiva como si Dios tuviera que hacerlo todo y nosotros solo esperar el cumplimiento de sus promesas. Al contrario, requiere por nuestra parte un esfuerzo, una participación, que queda bien reflejado en la continuación de este fragmento de la Buena Noticia.

La pobreza, el desprendimiento es la primera actitud que se nos pide: «Vended vuestros bienes…» para dárselos a los que más lo necesiten. Sin caridad el desposeernos carece de sentido. La solidaridad con los más desfavorecidos es el verdadero “tesoro” adquirido que se opone a los tesoros materiales del mundo que podemos ir acumulando egoístamente. De esta forma nuestro tesoro estará bien salvaguardado de cualquier incidencia: «porque donde esté vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón». Ser ricos a los ojos de Dios supone un claro compromiso por la vida del prójimo necesitado.

Una segunda actitud, revelada en el texto con una parábola, es la de estar en vela, preparados, pues no sabemos ni el momento ni la hora en que el Señor vendrá. Las primeras comunidades cristianas pronto tuvieron que plantearse una cuestión decisiva: ¿cómo mantener viva la esperanza en la venida de Cristo resucitado? Estaban convencidos que el Señor no tardaría en volver y la espera se hacía larga. En los evangelios encontramos varias exhortaciones al respecto y ésta es una de ellas. Lucas utiliza unas imágenes muy expresivas para la sociedad de su tiempo: «Tened ceñida la cintura y encendidas las lámparas». Se tratan de las actitudes que debían tener los criados cuando esperaban el regreso de su amo en la noche, arremangada la túnica para poder moverse y abiertas las luces para no dormirse e iluminar la casa. Para nosotros es una llamada a vivir con lucidez y responsabilidad el día a día. A no caer en la pasividad, en la desidia o en la mundanidad espiritual en palabras del Papa Francisco. Vigilar en el sentido de estar preocupados en no poner nuestro corazón en los poderes y las riquezas. Jesús, además, apunta a una bienaventuranza: «Dichosos los criados a quienes el señor, al llegar, los encuentre en vela; os aseguro que se ceñirá, los hará sentar a la mesa y los irá sirviendo», en la que nos muestra toda su ternura, dulzura y humildad. Está en medio de nosotros como el que sirve. Saber que es Él quien sirve nos urge a servir, pasar de las palabras a las obras.

A la pregunta de Pedro: «Señor, ¿has dicho esta parábola para nosotros o por todos?», Jesús nos propone otra manera de confiar en Dios. Y es la de ser administradores fieles y prudentes de lo que el Señor nos ha dado. Todo nos ha sido dado gratuitamente y nuestra tarea es la de administrar lo recibido para dar fruto. Esto requiere constancia, fidelidad, generosidad. Según los exegetas esta última parábola estaría más dirigida a los responsables de las comunidades. En la perspectiva de Jesús, todos estamos llamados a la espera vigilante, pero a las personas a quien se les han confiado responsabilidades deben tener especial atención en ejercerlas en calidad de servicio y no como un privilegio y abuso de poder.

                                         Hna. M. Núria Cuéllar Vinaixa

Fuente de la imagen Qumran