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COMENTARIO AL EVANGELIO DEL XIII DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO CICLO B

22 junio, 2021

 Niña, a ti te digo, levántate (Mc 5, 41)

El evangelio de hoy nos hace reflexionar sobre la propia voluntad, sobre la libertad interior y sobre nuestra capacidad de transformación ante el encuentro con el otro. Este evangelio cuenta con tres momentos diferentes que vamos a ir desgranando para adentrarnos en la esencia de unos principios universales de justicia y de bien común.

En un primer momento, Jesús camina entre la multitud y la mujer con hemorragias se acerca a él. Podríamos ahondar en los paradigmas que envuelven a este personaje, una mujer judía que lleva enferma 12 años. Había invertido toda su fortuna en médicos para que la curaran, pero en todo ese tiempo no había conseguido nada. Durante todos esos años, ¿cómo habría sido percibida por la sociedad? La enfermedad era vista en la sociedad de Jesús como un síntoma de impureza y de pecado. Por lo tanto, nos encontramos ante un personaje que día tras día ha sido señalado y ha vivido en una periferia social, ¿cómo ha podido afectar esta situación al propio autoconcepto que ella tiene de sí misma? Sin embargo, ella ve algo en Jesús, es capaz de imaginarse de una manera diferente, ve esperanza y deposita esa confianza en Jesús, tan solo “busca tocar el manto de Jesús”, dice el evangelio.

En un segundo momento, me gustaría que centrásemos nuestra mirada en Jesús de Nazaret que, entre toda la multitud, es capaz de identificar a la persona herida y sufriente que necesita de la acogida del otro. El evangelio nos dice que “una fuerza salió de él”. Creo que vale la pena detenerse en este punto, puesto que no es una fuerza desprendida por la voluntad de Jesús. El propio Jesús no es consciente de la situación, hasta que se da cuenta de la influencia que la mujer ha tenido sobre él y es entonces cuando se decide a buscarla entre la multitud. La fuerza surge en este sentido de la voluntad de la mujer y puede identificarse metafóricamente con el surgimiento dentro de ella de esa libertad interior que la hace dueña de sí misma, de sus posibilidades. Vale la pena señalar la insistencia de Jesús en saber quién es esa mujer, una mujer que había sanado interiormente, pero la sanación no estaba completa. Jesús la busca para liberarla delante de todos y de manera pública de los prejuicios sociales. Se dirige a ella, pone de manifiesto su fe y la hace una más del Reino. La sociedad de Jesús ya no la verá como la mujer que ha padecido durante 12 años hemorragias, sino como aquella a la que Jesús liberó ante la multitud, produciendo  uno de esos momentos mágicos donde la fe, la confianza o la esperanza sanan las heridas del sufrimiento por la injusticia, la enfermedad o los egoísmos.

En un tercer momento, Jesús se acerca a la hija de Jairo, que parece muerta. Una niña adolescente a la que lo que le esperaba era casarse y ser madre. Una adolescente a la que las costumbres sociales y culturales la han abocado a negarse a cumplir sus propios sueños, a pensar en un futuro construido para ella. Se trata de la muerte que produce el despertar de la conciencia, al saber que los sueños propios de la inocencia infantil mueren para afrontar una realidad indeseada: las obligaciones de una sociedad patriarcal en la que la mujer era reducida a ser la gran complaciente del hombre.

Sin embargo, ante la hija de Jairo, Jesús no habla de muerte, sino de sueño; la niña está dormida. A continuación, la llama con una palabra que repite en varios momentos a lo largo del evangelio ante personas que viven en la periferia social: “Levántate”, que en Jesús es siempre una forma de liberación, de recuperación de la voluntad, de romper las cadenas sociales y culturales, para aceptar la misión de la construcción del Reino. Por ello, la participación en el proyecto de Jesús exige esa libertad interior y esa voluntad que permita respetar la propia identidad y hacerla vida.

Estos evangelios en los que las protagonistas son las mujeres nos sitúan ante un Jesús, imagen de una masculinidad diferente, que se deja interpelar y transformar por el género femenino: en algunos casos, fruto de una conversación, como es el caso de la mujer Sirofenicia (Mc 7, 24-30); en otros, por el contacto físico con ella, como es el caso de la mujer con hemorragias o de la prostituta que besa a Jesús (Lc 7, 36-50); e incluso en algunos momentos, esta interpelación surge fruto de la ausencia de la mujer, como es el caso de la hija de Jairo o de la suegra de Pedro (Lc 4, 38-41).

A pesar de la situación social de la mujer, Jesús muestra una posibilidad nueva para ella: él se mezcla con ellas; las acompaña y se deja acompañar; las hace discípulas suyas; come con ellas; aprende a hablar como ellas; a relacionarse con ellas; entiende sus dificultades y las invita a construir el Reino, ese mundo nuevo, fuera de los paradigmas sociales de una sociedad patriarcal y profundamente injusta. Lo femenino, de esta manera, irradia el proyecto de Jesús. Lo femenino es liberación en el mensaje de Jesús de Nazaret.

¿Qué cadenas sociales encontramos aún hoy? ¿Qué situaciones de injusticia vive la mujer en nuestros días? ¿Qué atentados contra el bien común sufre el ser humano? Aún hoy, existen en nuestro mundo adolescentes obligadas a casarse, que huyen de sus países buscando un futuro propio; aún hoy encontramos mujeres violadas; golpeadas y anuladas; mujeres florero; mujeres que no son tenidas en cuenta; mujeres que no tienen los mismos derechos que los hombres; hombres y mujeres condicionados por cánones de belleza que los convierten en esclavos de la imagen; hombres obligados a masculinizarse para ser aceptados, y todo esto ante la mirada de medio mundo que concentra toda la riqueza, mientras el otro medio mundo se muere de hambre… El paradigma de todas estas situaciones siempre es el mismo y es el mismo que Jesús nos descubre en el evangelio: Seres humanos depredadores frente a seres humanos que son depredados…

Ante este contexto, urge desarrollar en las escuelas una conciencia social de igualdad de oportunidades, económica, social y de género, que respete la identidad, que elimine las barreras, las cadenas y que afronte los paradigmas sociales deterministas y los transforme en posibilidades de liberación de la persona.

El mensaje profético de Jesús continua vigente hoy más que nunca: buscar a los más necesitados para decirles “Levántate” y crear las posibilidades necesarias para que los que viven en la periferia sean capaces de hacerlo. Esta es la gran tarea de la política, de la educación, de la cultura y de la evangelización de nuestro tiempo.

Verónica Castillo

FEDAC