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COMENTARIO AL EVANGELIO DEL VII DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO CICLO A

14 febrero, 2023

Lev. 19,1-2.17-18
Salmo 102
1Cor. 3,16-23
Mat. 5, 38-48

Libres para el Amor. Porque, hermanos, habéis sido llamados a la libertad; solo que no toméis pretexto de esa libertad para vivir en la carne; antes por Amor, servíos los unos a los otros. Pues toda la ley alcanza su plenitud en un solo precepto.»Amarás a tu prójimo como a ti mismo». Lo concreta, Pablo, con una frase muy dura, si os mordéis y os devoráis unos a otros, no vayáis a destruiros mutuamente.

Hay momentos que vivía la comunidad que no era muy boyantes. Como en todas las épocas hay problemas en la convivencia, de ahí que esta situación le abrió los ojos a Pablo para escribir una magnífica página sobre los modelos de comunidad. La que vive de la ley, y la que vive del Espíritu. En una comunidad que quiere ser cristiana, no se puede mezclar la guardia de la ley porque son antagónicas. La ley busca una justicia imposible por la que se debe luchar. Mientras que la gracia presupone una justicia ya realizada y que se disfruta como DON. Si sois conducidos por el Espíritu, no podéis estar bajo la ley.

En el Evangelio de hoy Cristo nos llama a ser Santos, y esta vocación a la santidad, la llevaremos a cabo en y a través del Amor al prójimo, empezando por el más próximo. Un amor que nos debe llevar a querer incluso a nuestros enemigos. Ya que el Señor es compasivo y misericordioso y no nos trata como merecen nuestros pecados.

Esta experiencia es cierta, se encarna en seres humanos de distinta educación y madurez humana y en esa línea una comunidad en el Espíritu, como puede ser la nuestra, puede en ocasiones dejar mucho que desear. Necesitamos ir superando día a día lo que queda de menos humano, ya que la gracia no sustituye la naturaleza, pero como decía Santo Tomás, la transforma. De ahí que vivir en comunidad en el Espíritu con personas maduras, tolerantes y educadas es el máximo modo de realizar lo humano.

Todo es vuestro, vosotros de Cristo y Cristo de Dios. Pues como nos recuerda el Salmo: El Señor es compasivo y misericordioso. El fruto del Espíritu es: Amor, alegría, paciencia, afabilidad, bondad, fidelidad, mansedumbre, dominio de sí. Quiere decir que estas cosas no están movidas por la ley externa, que dicta la conducta exterior, sino la que proviene de la ley interior, la del Espíritu.

Hna. Mª Teresa Ruiz

Provincia «Rosa Santaeugenia»