NOTICIAS

COMENTARIO AL EVANGELIO DEL JUEVES SANTO DE 2022

12 abril, 2022

“Os doy un mandamiento nuevo, dice el Señor: Amaos los unos a los otros como yo os he amado.” Juan 13,34

Antes de la fiesta de la Pascua, Jesús conoció su hora de partir de este mundo al Padre. Como algo muy natural al despedirnos de nuestros seres queridos cuando sabemos que nuestro tiempo se ha ido, Jesús hizo lo mismo con sus discípulos. Les dio un mandamiento más, que es amarse unos a otros como Él los ha amado.

Ese mandamiento fue dado de la mejor manera, con un gesto vivo que expresaba los sentimientos que aún albergaban en él, llevó una palangana con agua y se inclinó para lavar los pies de los discípulos. Experimentando los sentimientos de Dios a través de este gesto, San Juan comentó: “Ama todavía a los suyos que están en el mundo y los ama hasta el extremo”. Usó la palabra “nuevo mandamiento” para ellos como una despedida. Ese es el mandamiento que Moisés resumió en la ley, pero que ha sido renovado por Jesús, dándole una nueva norma, un nuevo impulso: “Amaos unos a otros como yo os amo”. Estaba a punto de emprender un viaje que nadie podía seguir.

Se iba, pero nunca abandonó a su pueblo. El mandamiento nuevo que dio es la mejor preparación para sus discípulos. Ya que Él sabe que más adelante no estará como un ser humano para guiarlos, cuidarlos y mostrarles su misericordia y bondad, sino que a través del acto de amarse unos a otros, sus discípulos serán una señal de Su presencia entre la gente. Reconocerán que la vida de Jesús es una vida de entrega. Jesús les dio lo que el Padre le había dado. Él les dio su paz, por la cual fue sostenido en su aflicción. Él les dio el gozo que Él creó en medio de Sus sufrimientos y dolores. Les dio las llaves del Reino de los Cielos, que los poderes del infierno no pudieron vencer. Él les ha dado la gloria que Él mismo tenía antes de que los mundos fueran creados, para que todos ellos pudieran unirse como uno con Su Padre. Dio todo lo que tenía, no retuvo nada, ni siquiera su propia vida.

Con el gesto de lavar los pies a los discípulos, Jesús nos revela un Rostro nuevo de Dios, un Dios que ama hasta el extremo, hasta hacerse siervo, siervo de todos. Su humilde acto de lavar los pies de sus discípulos con un corazón sincero se había convertido en un ejemplo perfecto de cómo ser un hermano o una hermana, no solo diciendo sino actuando primero.

Como humanos que somos, nos cansamos fácilmente de amar, servir cuando lo que hemos hecho no es apreciado. Pero vemos cómo Jesús mostró su amor en su Última Cena, su enseñanza para nosotros es amar es servir, ser siervo de todos, sin límites ni distinción; ama aún sabiendo que muchos no lo reconocerán o incluso lo traicionarán. Jesús solo quiere decirnos que el acto de servir con amor o hacer el bien a nuestros hermanos, sobre todo a los que nos hacen daño, debe hacerse siempre con puro consentimiento y corazón sincero y sin esperar recibir amor a cambio.

Cuando tenemos amor hay salvación y podemos experimentar a Dios. Cuando amamos no somos condenados sino salvos y crecemos en gracia y vivimos en paz. Así como Dios Padre envió a su Hijo, y el Hijo obedeció, así debemos obedecer a Dios. Cuando somos enviados a amar, ¿amamos sin condiciones ni límites? Cuando somos enviados a compartir el amor, ¿lo compartimos de buena gana y con alegría con los demás?

El Evangelio de San Juan me inquieta sobre todo en este tiempo de cuaresma que se está acercando la gran celebración litúrgica en la Iglesia, el Triduo Pascual. Me pregunto a mi misma ¿cómo estoy en mi seguimiento a Jesús? ¿Estoy disfrutando de mi vida y la salvación que Jesús me ha dado? ¿He cambiado mi modo de ser anterior por el camino que Jesús me pide, el camino verdadero que El me enseño y me sigue enseñando hoy en el evangelio? ¿Sigo Su voluntad de corazón como Jesús obedeció a su Padre hasta su último momento aquí en la tierra? ¿Traigo amor y salvación a mi comunidad?

Así como amó a los suyos en el mundo y los amó hasta el extremo, Jesús nos pide que también nosotros amemos a nuestros hermanos y hermanas, como Él los amó sin medida. Él nos enseña que el mejor camino para evangelizar es a través del amor, porque el amor habla más alto que las palabras.

Dios mío, danos la gracia de ser humildes para servir, un corazón sincero para amar sin distinción y sin ver el costo, la fortaleza para perseverar siguiendo tu camino de amor a todos. “Amaos unos a otros como yo os he amado.”- el lenguaje del amor es el único lenguaje que puede ayudarnos a adentrarnos en el gran amor que celebraremos en esta Semana Santa.

Hna. Nga, OP