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COMENTARIO AL EVANGELIO DEL DOMINGO XXIV DEL TIEMPO ORDINARIO CICLO B

9 septiembre, 2021

1ª Lectura: Is 50, 5-9

El texto que se nos propone en esta primera lectura forma parte del tercer cántico del “Siervo de Yavé”. No sabemos quién es ese “Siervo de Yavé”, sin embargo los primeros cristianos utilizan este texto para interpretar el misterio de Jesús: Él fue ese “Siervo de Dios” que vino al mundo para transmitir a los hombres la Palabra del Padre. Jesús, muerto por todos los hombres, pero al que Dios resucitó glorioso, confirma la esperanza del “Siervo de Yavé”: quien confía en Dios y vive en fidelidad a sus propuestas no quedará defraudado. El ejemplo de Jesús nos muestra que una vida puesta al servicio de Dios no termina en fracaso, sino en resurrección que genera vida nueva. La certeza de la fidelidad de Dios, de su presencia, de su amor debe permitirnos afrontar la vida con serenidad, confianza, abandono en Él. Jesús nos muestra el camino: la vida, cuando se pone al servicio de los necesitados y oprimidos tiene sentido. Eso es lo que Jesús nos pide a cada una de nosotras, que hemos optado por seguirle con un amor incondicional.

Señor, haz que oigamos el gemido de los pobres, la llamada de los hermanos. Ayúdanos a responder con generosidad en nuestra vida cotidiana.

 St 2, 14-18

El apóstol en la carta nos dice: la fe, si no tiene obras, está realmente muerta. Las obras dan la medida de la autenticidad de vida del cristiano, poniendo en evidencia si nuestra fe y nuestra caridad son verdaderas. Esta enseñanza se encuentra en perfecta sintonía con las enseñanzas de Jesús de Nazaret. No podemos estar tranquilos y satisfechos pensando que tenemos fe, que creemos en Dios, si no nos atrevemos a confesarla, si callamos y somos cobardes. Jesús nos anima a ser valientes, a confiar en Él y a no pasar de largo ante las necesidades de tantos hermanos que sufren y necesitan un gesto de solidaridad y comprensión.

Mc 8,27-35

El Evangelio de Marcos de este domingo nos presenta a Jesús acompañado por sus discípulos, en camino hacia Cesarea de Filipo. Entre ellos podemos incluirnos nosotras caminando y escuchando al Maestro dirigiéndose hacia un lugar de gran belleza. En este ambiente se refleja uno de los momentos centrales de la relación de los discípulos con Jesús.

Mientras caminaban, Jesús lanza la gran pregunta a sus amigos. ¿Quién dice la gente que soy yo? Ellos respondieron lo que decía la gente: algunos piensan que es Juan el Bautista, otros Elías o uno de los grandes profetas. La gente apreciaba Jesús, pero no lograba reconocerlo como el Mesías. Jesús mira de nuevo a los discípulos y les pregunta directamente: Y vosotros, ¿Quién decís que soy yo? Como si el Señor quisiera acercarse a la profundidad de sus corazones. Pedro inspirado por el Espíritu Santo responde: Tu eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo.

En lo más íntimo de cada una de nosotras podemos hacernos la misma pregunta que hace a aquellos que lo han seguido: ¿Quién es Jesús para mí? Esta es la gran pregunta que Jesús nos hace a cada una de las que le seguimos, y con la que nos sigue acompañando a lo largo del camino como discípulas suyas.

Hemos encontrado y reconocido a Jesús, nos hemos sentido amadas por Él. Esto es lo más importante y lo que nos mueve a obrar con amor y generosidad.

El Señor intuye en los discípulos la incomprensión, a pesar de convivir con ellos y tras la confesión de Pedro.

Jesús en este momento comienza a enseñarles con claridad lo que iba a suceder, les manifiesta el camino de su pascua pasando por la cruz y como entender el mesianismo. Jesús no es un Mesías triunfador, sino un Mesías que acepta el sufrimiento y la muerte por amor a la humanidad.

También a nosotras nos cuesta entender el porqué del sufrimiento, las contradicciones, enfermedades… La confianza en Él nos fortalece y nos anima en cada momento a serle fieles.

Las palabras de Jesús debieron de parecer estremecedoras a quienes las escuchaban. Jesús, para seguirle, no exige un entusiasmo pasajero, ni una dedicación momentánea, sino la constancia de cargar cada una con nuestra cruz confiando en Él que nunca nos abandona.

Seguir a Jesús no es vivir a medias tintas, es vivir implicadas en la construcción de la justicia, la paz, la fraternidad, y colaborar en la construcción de un mundo más justo y más humano.

Como María de la Anunciación, primera discípula de Jesús, pidámosle nos haga sentir la proximidad del Maestro, profundizando en su Palabra y sirviendo con generosidad a los hermanos, en especial a los más cercanos. Que en los momentos de dificultad sepamos levantar los ojos y veamos en Jesús el camino a seguir con fidelidad y entrega a cuantos nos necesiten.

Hna. M. Pilar Figuerola Clavé

Provincia San Raimundo de Peñafort