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COMENTARIO AL EVANGELIO DEL DOMINGO XVII DEL TIEMPO ORDINARIO CICLO B

20 julio, 2021

Lectura del Santo Evangelio según San Juan (6,1-15):

En aquel tiempo, Jesús se marchó a la otra parte del lago de Galilea (o de Tiberíades). Lo seguía mucha gente, porque habían visto los signos que hacía con los enfermos. Subió Jesús entonces a la montaña y se sentó allí con sus discípulos. Estaba cerca la Pascua, la fiesta de los judíos.
Jesús entonces levantó los ojos, y al ver que acudía mucha gente, dijo a Felipe: «¿Con qué compraremos panes para que coman éstos?» Lo decía para tentarlo, pues bien sabía él lo que iba a hacer. Felipe contestó: «Doscientos denarios de pan no bastan para que a cada uno le toque un pedazo.» Uno de sus discípulos, Andrés, el hermano de Simón Pedro, le dijo: «Aquí hay un muchacho que tiene cinco panes de cebada y un par de peces; pero, ¿qué es eso para tantos?» Jesús dijo: «Decid a la gente que se siente en el suelo.»
Había mucha hierba en aquel sitio. Se sentaron; sólo los hombres eran unos cinco mil. Jesús tomó los panes, dijo la acción de gracias y los repartió a los que estaban sentados, y lo mismo todo lo que quisieron del pescado. Cuando se saciaron, dijo a sus discípulos: «Recoged los pedazos que han sobrado; que nada se desperdicie.» Los recogieron y llenaron doce canastas con los pedazos de los cinco panes de cebada, que sobraron a los que habían comido. La gente entonces, al ver el signo que había hecho, decía:

«Éste sí que es el Profeta que tenía que venir al mundo.» Jesús entonces, sabiendo que iban a llevárselo para proclamarlo rey, se retiró otra vez a la montaña él solo.

Palabra del Señor

El Evangelio nos describe un milagro. Y nos presenta a un Jesús poderoso, capaz de realizar maravillas.  Sin embargo, no siempre somos capaces de descubrir de lo que es capaz el Espíritu cuando lo dejamos obrar. Nos cuesta contemplar y valorar la abundancia tan propia del auténtico Amor. Un Amor ilimitado que sale a nuestro encuentro y nos sacia abundantemente, como lo hace Jesús dándole de comer a la multitud. Un Amor que no se deja ganar en generosidad y que se conmueve ante la necesidad. Pero para ello es necesario creer en Él y confiar en su Providencia.

Cuando ante los problemas y dificultades solo nos refugiamos en el poder de nuestra propia voluntad, tendemos a cansarnos prontamente y a desanimarnos. Como les pasó a los discípulos en este pasaje del Evangelio. No advierten que sea posible darle de comer a tanta gente contando tan solo con cinco panes y dos peces. Así nos ocurre frente a la adversidad. Dios es capaz de obrar el milagro. Nos invita a dejarlo todo en sus manos, pero también nos pide que ofrezcamos todo lo que esté a nuestro alcance. Nos invita a poner “nuestros cinco panes y dos peces”. Y estos cinco panes y dos peces pueden ser quizá nuestras virtudes, nuestros logros, pero también nuestros intentos y fracasos. Como sea, Su invitación es clara: basta con donar lo que tenemos, lo que somos, que nos abramos completamente a su gracia, confiar y dejar que Él se encargue. Jesús nos llama a su encuentro porque solo en ese encuentro seremos capaces de multiplicar nuestro amor por los demás.

Señor, como les ocurrió a los discípulos, haz que la caridad crezca en mi corazón. Enséñame a ofrecerte todo lo que soy, todo lo que tengo. Confío en que sabrás transformarlo en gracias y multiplicarlas para el bien de aquellos que más lo necesiten. Te pido me concedas un corazón manso y humilde, semejante al tuyo, y te ofrezco los talentos que he recibido para darlos a los demás.

Gabriela Mango
Equipo de Gestión Argentina