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COMENTARIO AL DOMINGO DE PENTECOSTÉS – 31 DE MAYO DE 2020

26 mayo, 2020

Hechos 2, 1-11
Sl 103, 1ab y 24ac. 29bc-30. 31 y 34
1 Corintios 12, 3b-7. 12-13
Juan 20, 19-23

Termina el tiempo Pascual con la fiesta de Pentecostés, celebrando un cumpleaños (nacimiento de la Iglesia) y un regalo (el don del Espíritu Santo).

Desde la Resurrección de Jesús, acontecimiento central de nuestra fe, los relatos pascuales nos proponen diversos caminos de encuentro con El, alimentando y reavivando nuestra fe en el Resucitado, unas veces fuerte y otras débil y vacilante.

 Los textos de este tiempo nos han invitado a disipar toda duda o temor “soy Yo, no tengáis miedo”, “Tomas… no seas incrédulo sino creyente” “tardos y necios para creer” …. “no os dejaré huérfanos” “os daré otro Paráclito que esté siempre con vosotros”

 Y así hemos ido acogiendo día tras días los relatos evangélicos, hemos dejado que resuenen en nuestro corazón, nos hemos sentido interpeladas por ellos, nos hemos identificado con Tomás, con los discípulos de Emaús, con la actitud de miedo y cerrazón de los apóstoles, hemos puesto a punto nuestra disposición interior para dejarnos conducir hacia la verdad plena?

Un poquito antes, hemos asistido al camino recorrido por Jesús, camino de dolor, humillación y muerte.

Y es que muerte y resurrección, dolor y alegría, gloria y cruz acompañan la historia humana, se entretejen como en un tapiz y al final de esta historia, de nuestra historia, es posible descubrir algo hermoso, porque esta historia es historia de Salvación.

Muy recientemente hemos visto surgir la vida, la entrega, la generosidad, la solidaridad entre tanto dolor y muerte como nos están acompañado en el momento actual.

A través de los textos de hoy recibimos el gran regalo que nos hace Jesús, irrumpe en nuestra vida, hoy también, a pesar de nuestros miedos, de nuestras puertas cerradas, comunitarias o personales, de nuestros bloqueos y nos dice, “Recibid el Espíritu Santo” y seguro que cuando esto acontece surgen transformaciones en nuestra vida concreta.

Lucas, en He 2, 1-11, relata alguna de esas transformaciones, abren de par en par las puertas, y ante una multitud pluricultural, se hacen entender por todos. El Espíritu Santo da capacidad para comunicarse y entenderse, transforma nuestro lenguaje, nuestra forma de dirigirnos a los demás, favoreciendo siempre la comprensión y la comunión. Y también para nosotras Congregación internacional, pluricultural, multilingüistica el texto de Lucas nos invita a una reflexión importante. No porque el Espíritu Santo sea algo así como una academia de lenguas sino porque nos capacita y entrena en el lenguaje del Amor, de la comprensión, del diálogo para comunicarnos y hacernos inteligibles en cualquier contexto cultural o social.

Jn 20,19-23 narra el momento en el cual los discípulos toman conciencia de su misión, proclamar lo que el Espíritu les había revelado, predicar la Palabra con decisión y valentía a todas las gentes, perdonar pecados, ser agentes de reconciliación. Es el inicio de la misión de la iglesia.

Por eso acoger al Espíritu, celebrar hoy el día de Pentecostés, un año más, nos compromete a abrir las ventanas de nuestro corazón, y dejar que el Espíritu de Jesús, vaya transformando nuestra vida y, como los discípulos, también nosotras renovemos no sólo nuestra consagración sino también nuestra decisión de vivir y predicar la Palabra, siendo agentes de perdón y reconciliación.

Pentecostés don individual y también comunitario, el evangelista Lucas nos da alguna pista cuando irrumpe el Espíritu sobre ellos “estaban reunidos en comunidad y oración con María la madre de Jesús”

Sin duda todas hemos saboreado, también en comunidad, esta súplica orante y confiada al Espíritu “entra hasta el fondo del alma, divina luz, y enriquécenos, riega la tierra en sequía, reparte tus siete dones”, y   continúa el himno de Pentecostés “según la fe tu siervo” , esta fe que necesita ser cuidada a través del estudio, la reflexión, la Palabra, la oración, pero el autor del himno, como si recordara nuestra fragilidad añade “por tu bondad y tu gracia”.

La experiencia vivida por los discípulos del Señor, simbolizada en “lenguas como llamaradas” la recordaremos en muchas comunidades disponiéndonos a recibir sus dones.

¡Ven Espíritu Santo y renueva nuestros corazones!

Hna. Mariví S. Urrutia

Dominica de la Anunciata