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CATALINA DE SENA: FORTALIZA Y SABIDURÍA

29 abril, 2021

Fortaleza y sabiduría, dos dones del Espíritu santo, definen la personalidad de Santa Catalina de Sena. A los doce años dio la primera muestra de fortaleza y sabiduría, al oponerse al legítimo deseo de su familia de que contrajera matrimonio, pues ella tenía pensado otro matrimonio más interesante, el matrimonio espiritual con Jesús resucitado.

En sus biografías se dice que la santa no sabía leer. Este dato hay que situarlo en el contexto de su época, pues en el siglo XIV no debían ser muchas las mujeres, ni tampoco los varones, que supieran leer y escribir. Catalina no necesitó saber escribir para dictar unas reflexiones místicas de alto nivel, que le han valido el título de doctora de la Iglesia, como por ejemplo esta: el conocimiento de la bondad de Dios es el espejo que nos da a conocer “la dignidad y la indignidad propias”, a saber, la dignidad de saber que somos imágenes de Dios y la indignidad de saber lo mucho que nos falta para llegar a asemejarnos a él.

Buena muestra de sabiduría y fortaleza fue su atención a los enfermos. Su vocación orante se compaginaba perfectamente con su caridad. Sale a la calle para ocuparse de enfermos con enfermedades contagiosas, que nadie quiere atender y que sufren continua soledad. Su atención a pobres y a enfermos queda bien reflejada en una escena (algo legendaria) que cuenta su confesor y biógrafo Raimundo de Capua, y en la que compara a la santa con San Martín de Tours, que se desprendía de su capa para cubrir a los pobres, y cubriendo a los pobres era consciente de vestir al mismo Cristo. Pues bien, Catalina, a un pobre que le pedía limosna, no teniendo otra cosa que darle, le entregó una cruz de plata que llevaba colgada en el pecho. Por la noche tuvo una visión: Cristo mismo le devolvía la cruz.

Muestra de fortaleza y sabiduría fue el compromiso político y eclesial de Catalina. Una mujer de escasa cultura y mucha sabiduría habla ante las autoridades políticas y ante el mismo Papa, instándoles a cambiar de actitudes, preocupada como estaba por la paz social y por la unidad de la Iglesia. Algo inaudito para una mujer de 25 años, en el siglo XIV. Sería incluso posible hablar de la sensibilidad ecológica de una Catalina amante de la belleza de las flores y de la naturaleza.

En definitiva, Catalina es una mística con los ojos bien abiertos. Su unión con Dios la lleva a cuidar de los necesitados y a recriminar a los poderosos, incluidos los poderosos de la Iglesia, su falta de verdad y de amor. Desde este punto de vista se le podría aplicar el lema de Tomás de Aquino, que la orden de Predicadores, a la que ella perteneció, ha hecho suyo: contemplar y dar a conocer lo contemplado. Cuanto más seria es la oración, mejor es la predicación, más activa es la caridad y más decidido el compromiso profético para denunciar lo inaceptable del poder.

Martín Gelabert Ballester, OP

Fuente: Nihil Obstat