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CAMINOS DE ADVIENTO Y ESPERANZA JUNTO A SAN FRANCISCO COLL

4 diciembre, 2019

Comenzamos la primera semana de Adviento y es bueno que en este Tiempo de Gracia nos dejemos iluminar también por el testimonio de un “profeta de esperanza” como lo fue el Padre Coll.

Ante todo, la esperanza es una virtud muy propia del Adviento, y éste es una buena ocasión para reflexionar sobre esta virtud y cultivarla. “El Adviento es un tiempo en que la comunidad eclesial es convocada a preparar la Navidad, a crecer en la esperanza, a acoger con fe la venida continuada de su Señor” (Aldazábal).

¿Qué esperamos? A Cristo. La “doble expectación de Cristo”, la de la Navidad y la de la Parusía. ¿Cuál es el fundamento de esta esperanza? Sabemos que vendrá en plenitud porque hemos experimentado, en su Encarnación, que es “el Dios que cumple sus promesas”. “Para Dios no hay nada imposible”, dice el Ángel a María (Lc 1, 37).

Pero la esperanza tiene que darse en un HOY: “Entre el ayer del Belén y el mañana de la Parusía está el hoy de la vida de cada día…”. Lo dice la misma Liturgia de Adviento: “El mismo Señor que se nos mostrará entonces lleno de gloria VIENE AHORA A NUESTRO ENCUENTRO EN CADA HOMBRE Y EN CADA ACONTECIMENTO, para que lo recibamos en la fe y por el amor DEMOS AHORA TESTIMONIO de la espera dichosa de su reino…” (Prefacio III).

Sin embargo, este “hoy”, este “ahora” de la esperanza no es sencillo, especialmente cuando se vive en tiempos difíciles. Los grandes cambios que desafían a la sociedad, a la Iglesia, a la Vida Consagrada, pueden “atentar” contra nuestra esperanza. Como dijo el Papa Francisco a los Consagrados en Panamá: «Así podemos acostumbrarnos a vivir con una esperanza cansada frente al futuro incierto y desconocido, y esto deja espacio a que se instale un gris pragmatismo en el corazón de nuestras comunidades. Todo aparentemente parecería proceder con normalidad, pero en realidad la fe se desgasta y se degenera».  «Desilusionados con la realidad que no entendemos… podemos darle «ciudadanía» a una de las peores herejías posibles para nuestra época: pensar que el Señor y nuestras comunidades no tienen nada que decir ni aportar en este nuevo mundo que se está gestando (cf. EG 83)».

Sí: el “hoy” de la esperanza se ve cuestionado, puesto a prueba, y ―como advertía el cardenal Pironio hace ya muchos años― “en tiempos difíciles hay una fácil tentación contra la esperanza: ponerse inútilmente a pensar en los tiempos idos o soñar pasivamente en que pase pronto la tormenta, sin que nosotros hagamos nada por crear los tiempos nuevos. La esperanza es una virtud esencialmente creadora”.

A veces los humanos tenemos tendencia a creer que los nuestros son los tiempos más difíciles. Sin embargo, esos siempre los ha habido y los habrá. Cuando, en 1835, ocurrió la exclaustración en España, se suprimieron 1900 conventos (quedaron solo tres, para misioneros) y 30 mil religiosos quedaron “en la calle” de la noche a la mañana, dispersos,  sumidos en el mayor de los desconciertos, de la angustia y la desesperanza. Luego, para muchos, vino el tiempo de los lamentos y la amargura en la añoranza de aquellas épocas en que la Iglesia y las Órdenes eran poderosas, prestigiosas, honradas, y la vida personal gozaba de innumerables seguridades materiales y espirituales.

¿Cómo se manifiesta la esperanza del P. Coll ante esta grave circunstancia de su tiempo?

No nos quedemos solo con el lamento de lo que hemos perdido;  hay que mostrar más fidelidad que lamento[1]. Esta frase no la dijo el Padre Coll, pero la vivió. En las fuentes no encontramos lamentos suyos al respecto de la dura situación que le tocó vivir con la exclaustración. Al contrario, lleno de fortaleza y esperanza entendió que ESA ERA LA HORA DE DIOS  para él, que en esos acontecimientos venía el Señor a su encuentro y tenía que descubrirlo. Como ya nos había mostrado Jesús cuando, acercándose los tiempos difíciles de su Pasión, enfrenta un temor muy humano lleno de la confianza en la presencia de Dios: “Ahora mi alma está turbada. Y ¿qué voy a decir? ¿Padre, líbrame de esta hora? Pero ¡si para esta hora he venido!  Padre, glorifica tu Nombre” (Jn 12, 27-28).

La esperanza del Padre Coll es muy dominicana: contemplativa y activa. Contempla en profundidad los acontecimientos para descubrir el llamado de Dios en ellos, en lo presente, no en lo que “debería ser”. “La contemplación nos hace descubrir el paso del Señor por la historia, la actividad incesantemente recreadora del Espíritu” (Pironio). Y eso le lleva a la acción, porque la esperanza cristiana “opera en dirección a lo esperado”, es activa, creativa, trasformadora de la realidad.  Con esa esperanza se pone en salida, en marcha sin quejas ni lamentos: predica, arriesga, crea. Las cosas comienzan a cambiar a su alrededor. El ímpetu de su esperanza despierta la esperanza en otros, y especialmente en otras,  que luego lo acompañarán en su proyecto.

En síntesis: San Francisco Coll supo descubrir, saborear y vivir con intensidad la FECUNDIDAD PROVIDENCIAL e IRREPETIBLE DE SU HORA, el hoy de la Encarnación, con sus exigencias y riesgos, con su capacidad creadora y, en fidelidad creativa, contagiar a otros y a otras. Y hoy, en este Adviento, en NUESTRA HORA, su testimonio nos desafía y nos invita nuevamente a reencender nuestra esperanza.

Hna. Luciana Farfalla S.

[1] Alocución de Fr. Jesús Díaz Sariego, OP, provincial de la Prov. de Hispania, en la Asamblea de CONFER, 12/11/2019