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BEBER DE NUESTRO PROPIO POZO III

23 mayo, 2019

Este es un espacio que está pensado para llegarnos una y otra vez a las fuentes del carisma y beber de sus aguas refrescantes. Si bien el lenguaje del siglo XIX en que están escritas puede sonar un poco lejano, vale la pena el intento: al decir de fray Marie-Dominique Chenu OP «el recuerdo del pasado, el regreso a las fuentes, es siempre un regreso a la fuerza creadora».

Para facilitar el acercamiento a estas fuentes antiguas, hemos elaborado artículos breves que incluyen una puesta en contexto y una intuición o sugerencia para la reflexión, de modo que nos inviten a traer el mensaje del Padre Coll y su carisma a nuestra actualidad.

Hna. Luciana

DE LA TRAGEDIA, UNA OPORTUNIDAD

Tan sólo hacía unos pocos años que el joven Francisco estaba viviendo su vocación de fraile en el convento dominico de Gerona, cuando su felicidad  fue interrumpida de la manera más violenta y estrepitosa: las leyes de exclaustración del año 1835 cerraron prácticamente todos los conventos de España, echando a miles de religiosos de las comunidades y destruyendo vidas y sueños. Francisco Coll, todavía no ordenado sacerdote, fue uno de tantos que tuvieron primero que escapar a refugiarse con familiares o conocidos, para luego intentar rehacer su vida. Para no pocos fue el final de su vocación, o por lo menos el final de su alegría. No pudieron reinsertarse en la sociedad, o tal vez consiguieron algún «puesto» en las diócesis que les permitiera ir sobreviviendo. Una justa amargura arraigó en el corazón de muchos, al verse impedidos de vivir su vocación.

No fue el caso de nuestro Francisco. Poco después de haber padecido este acontecimiento tan desestabilizador, lo encontramos desarrollando su vocación dominicana de un modo nuevo. Así nos lo relata Fr. Domingo Coma, un antiguo compañero del convento de Gerona:

«Volví a verle a los seis años de exclaustrado, cuando ya se dedicaba a Misiones y Novenarios en compañía del P. Claret y de un P. Agustino. Sus sermones y misiones eran acompañados de mucho fruto; usaba de muchas y muy expresivas y oportunas comparaciones y ejemplos; pasaba la mayor parte del día en el confesonario; terminado el sermón, volvía de nuevo (…). En los sermones prefería la misericordia; y para animar a la perseverancia, excitaba a la devoción del Rosario, alistando a millares en el Rosario perpetuo. Predicaba gratis, y si algo recibía, lo distribuía a los pobres (…) El pueblo le tenía por un Santo, muchos sacerdotes le pedían consejo» (Testimonios, p. 699).

¿Cómo explicar este enorme despliegue no mucho después de aquella tragedia vital? Quien fuera Maestro de la Orden,  Fr. Carlos Azpiroz, en su hermosa homilía de Acción de Gracias por la Canonización de nuestro Fundador, nos ayuda a comprenderlo: «En la vida de Francisco Coll vemos cuánto deseaba consagrarse al Señor como fraile dominico. Pero poco antes de terminar sus estudios, los claustros quedaron vacíos, una legislación pareció herir de muerte a la vida religiosa. De repente, le tocó transitar el desierto de la exclaustración impuesta… De sus 45 años como religioso, San Francisco vivió 40 como exclaustrado… Todo eso no le provocó una ceguera o miopía mental. Tampoco se pasaba el día en una constante lamentación acerca de la difícil situación política, social, llorando por un pasado que fue mejor pero que se hizo añicos, ofreciendo solamente el vinagre de la auto-conmiseración antes que el vino de la alegría del Evangelio. Dios fue providente. A través de ese nuevo escenario, no buscado, no querido, fue mostrándole ciertas cosas que pasaban, que quizás no se veían dentro de la apacible quietud que le ofrecía el convento, … pudo ver un panorama que se le ocultaba. El claustro del dominico es el mundo, allí pudo contemplar el hambre del pueblo de Dios», el hambre de la Palabra, que en seguida encontró eco en su corazón.

Francisco: tú que supiste transformar un drama personal y una tragedia institucional en una ocasión de purificar la mirada y en una oportunidad nueva de servir a Dios y a los hermanos… ¡no nos dejes caer en la tentación de las lamentaciones! Ayúdanos a trocarlas siempre en nuevas posibilidades…