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ANUNCIATA MISIONERA • TESTIMONIO I

18 octubre, 2019

Nos gusta decir que “en la misión evangelizadora la Anunciata descubre una de las páginas más ricas de su historia y más apasionantes de su presente” (ACG p. 40). Y, si esto es verdad en toda la misión de la Anunciata, es especialmente manifiesto en la misión Ad gentes, y de una manera singular en los tiempos fundacionales. Porque en ellos todo se pone a prueba: la entrega, la audacia, la creatividad, la capacidad de acoger otra cultura totalmente diferente a la de origen… Se dejan atrás seguridades, comodidades y se acepta una vivencia mayor de la soledad, poniéndolo todo en manos de Dios. Por contrapartida, la persona se enriquece enormemente en ese encuentro, y enriquece a los demás con su presencia y testimonio.

 

En este Mes Misionero Extraordinario queremos compartir algunas páginas de esta bella e inspiradora historia. Son parte de los escritos de la Hna. Mª Pilar Medrano Pascual (Burgos 1935-Valladolid 2017), Pili para las que la conocimos, hermana siempre alegre y fraterna. Los daremos a conocer en varias entregas. Corría el año 1976 cuando fue invitada a ser MISIONERA en uno de los lugares más pobres y abandonados del Norte Argentino, provincia de Santiago del Estero, diócesis de Añatuya. Aquí, su testimonio…

Parte 1- LOS INICIOS DE UNA VOCACIÓN MISIONERA

Cómo empezar a escribir esa cantidad de vida que me fue dada como un gran regalo del amor de Dios.

Tal vez recordando que mi –llamémosle- encuentro con Dios nació en mi niñez al lado del descubrimiento de que yo quería ser misionera. No sabía mucho o mejor nada de ello, pero sí que algo ocurría en mi vida. Entonces soñaba con África…

Pasó el tiempo. América no formaba parte de mis anhelos, pero me “mandaron” para allá. Después de un tiempo comencé a estudiar en la Universidad y tenía que viajar todos los días. En estos viajes pasaba el bus por los campos argentinos donde en cada tramo aparecía una escuelita y la maestra con los niños esperaba en la ruta y ahí subían y luego cada grupito bajaba y a lo lejos se veían las casas donde ellos vivían. Esto tiene su importancia, pues yo soñaba todo el tiempo de mi viaje con una escuelita de campo alejada…En estos viajes tuve la convicción de que mi sueño se realizaría un día. Y se dio. Creo que Dios pone en nuestros corazones los ideales de lo que es su plan sobre cada uno,  y creo que esa realización es lo que da la felicidad y la alegría de que vale la pena vivir.

Cómo Dios lo fue preparando. (…)

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