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ANUNCIACIÓN: JORNADA POR LA VIDA

21 marzo, 2023

El 25 de marzo, fiesta de la Anunciación del Señor, la Iglesia celebra la Jornada por la vida. Resulta oportuno recordar la importancia de la vida en esta fiesta litúrgica.

El 25 de diciembre la Iglesia celebra el nacimiento de Jesús. Evidentemente se trata de una fecha litúrgica, porque no sabemos exactamente el día en que Jesús nació. Hace dos mil años no había los registros y controles que hay hoy. Aunque la fecha sea imprecisa, atribuir una fecha al nacimiento de Jesús es un modo de dejar claro que nació en un determinado momento y lugar, que su nacimiento es realmente histórico. Pues bien, si celebramos su nacimiento el 25 de diciembre, resulta lógico decir que un 25 de marzo tuvo lugar su concepción. Precisamente porque estamos hablando de un personaje histórico, hay que afirmar que su gestación duró unos nueve meses, como ocurre con todos los humanos que vienen a este mundo.

En el momento de la concepción ocurre algo maravilloso, a saber, de pronto empieza una nueva vida, distinta de la vida materna que la hace posible. Esa vida concebida no es una prolongación del cuerpo de la madre, sino una vida distinta que ha sido encomendada el cuidado de la madre. Por ser distinta, debería tener los mismos derechos que cualquier otra vida. Y el primer derecho que tiene uno, fuente de todos los demás, es el de vivir, el que le dejen vivir. Hoy eso de dejar vivir no está nada claro, porque son muchos los atentados contra la vida de los humanos. Quién pretende matar o mata a otra persona, atenta contra la vida. Quién lleva a un joven a la guerra, atenta contra la vida. Quién no procura a un enfermo los cuidados necesarios, atenta contra la vida. Y quién no deja que una persona no nacida nazca, atenta contra la vida.

Estos atentados son modos de aborrecer o de odiar al otro. El odio puede llegar a esos extremos, pero incluso cuando no llega a tales extremos también mata. Hay muchos modos de matar. El más grave, evidentemente, es impedir o quitar la vida. Pero dificultar la vida, poner a otro en situación desesperada, desear que el otro desaparezca de mi vista, son modos de atentar contra la vida. La Escritura dice que quien aborrece a su hermano es un homicida. En eso del homicidio también hay grados y maneras.

La Iglesia se cargará tanto más de razón en la defensa de la vida de los no nacidos, siempre que deje claro que está a favor de todas las vidas de los nacidos. También de la buena vida de la madre desesperada o necesitada, que merece ser acogida y ayudada. Por eso, en esta jornada de la vida no convendría quedarnos en la defensa de un solo tipo de vidas, porque todas son importantes.

¿Hay alguien que desee que le quiten la vida? Incluso los que piden que les ayuden a suicidarse, lo que desean no es que les quiten la vida, sino que les quiten lo insoportable de la vida. Precisamente porque nadie desea que le quiten la vida, nadie debería quitar a otro la vida. No hagas al otro lo que no quieras que te hagan a ti.

Martín Gelabert Ballester, OP

Fuente: nihilobstat