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ANTES DE RESPONDER, MARÍA PIENSA Y PREGUNTA

12 diciembre, 2022

Hace un tiempo publiqué un post titulado: “lo primero que hace la Virgen María” y allí decía que lo primero que hace María no es “ponerse a las órdenes” del mensajero celestial y decirle: “aquí está la esclava del Señor”. Lo primero que hace María es preguntar. Pero antes de preguntar hace otra cosa tan interesante o más, a saber: discurrir, pensar, meditar, darle vueltas a lo que se le anuncia. Para hacer una buena pregunta y ofrecer una buena respuesta no hay que precipitarse. Conviene meditar antes en lo que se va a preguntar.

El evangelista nos dice que lo primero que hizo María fue “discurrir” (Lc 2,29) lo que significaban las palabras del ángel. A las cosas que conciernen a Dios, dice Tomás de Aquino, “hay que darles muchas vueltas en nuestro interior” (Suma, II-II, 81,1). María reflexiona, dialoga consigo misma sobre lo que podía significar el saludo del mensajero divino. Aparece aquí un rasgo característico de la Madre de Jesús, un rasgo que encontramos otras dos veces en el evangelio ante situaciones análogas. Cuando los pastores le cuentan a María todo lo que les habían dicho acerca de aquel niño que acababa de nacer, María “guardaba todas estas cosas y las meditaba en su corazón” (Lc 2,19). Y cuando Jesús era ya un adolescente y sus padres lo buscan por Jerusalén, porque lo han perdido, el evangelio dice expresamente que José y María no comprendieron la explicación que su hijo les dio. Pero añade que “su madre conservaba cuidadosamente todas las cosas en su corazón” (Lc 2,51). Quizás no acababa de entender, pero le daba vueltas al asunto y no se precipitaba en responder.

Según el relato de la Anunciación, María primero trata de comprender. Y luego se muestra como una mujer valerosa que no tiene miedo a preguntar. Porque para aceptar lo que el otro me propone, para que María acepte la propuesta del mensajero celestial, es necesario que antes el mensajero escuche las dificultades que tiene María. Solo después de exponer sus dificultades, María acepta y acoge, y se declara sierva del Señor. En el diálogo hay que contar con la libertad del otro. El Dios que llama a la puerta de María, necesita de la libertad humana. Su poder está vinculado al “sí” no forzado de una persona humana. La actitud de María y la actitud del interlocutor divino son un auténtico modelo de todo diálogo, atento a la persona del otro y respetuoso con ella.

Martín Gelabert Ballester, OP

Fuente: nihilobstat