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1 noviembre 2019 · FESTIVIDAD DE TODOS LOS SANTOS

29 octubre, 2019
  1. Lecturas: Ap. 7, 2-4.9-14  – Salmo 23  – 1Jn 3, 1-13   –  Mt 5, 1-12ª

Un canto litúrgico para este día de Todos los Santos, traducido del flamenco, nos introduce en el significado profundo de esta fiesta y nos aporta sentido a cómo hemos de vivirla:

Bendito sea el nombre del Señor, que los protegió a lo largo de su viaje.
Cantemos juntos, rodeados por el coro de los santos.
Aquellos que, liberados del mundo terrenal,
ahora descansan, hablan y testifican para fortalecer nuestra fe.
Podemos contemplar nuestro viaje, en unión con el coro de los santos,
animados por la esperanza y el amor.

Es una suerte que la Iglesia, en momentos especiales, haga sentir a todos, creyentes y no creyentes, nostalgia de Dios, el deseo de conocerlo más de cerca; y ello porque mientras vivieron, muchas personas, algunas cercanas a nosotros en el tiempo o en el espacio, han vivido para Él y para el servicio a los demás, para la extensión del Reino: nos han precedido dándonos ejemplo con su vida, compañía con su amistad, y ayuda con su intercesión. Podemos alimentar, pues, esta emoción durante el día de Todos los santos y reflexionar sobre el misterio más profundo de la existencia humana: el de la propia vida que “parece” acabar en la tumba, pero que lleva implícita una vocación celestial

En esta fiesta un fuego se enciende en nuestros corazones, que no está oculto a pesar de la oscuridad del tiempo: es el recuerdo de que nuestro nombre está grabado en la palma de la mano de Dios desde el día de nuestro Bautismo. Por este signo nos incorporamos a una comunidad que llamamos en el Credo la comunidad de los santos. Esta comunidad es nuestro destino, un círculo de personas, una multitud de personas que encuentran su alegría en Dios. Y estamos conectados a ellos en oración.

Las Bienaventuranzas también hablan de esta vocación:

Felices aquellos que lloran porque la justicia es violentada, con frecuencia y en cualquier parte: ELLOS RECIBIRÁN JUSTICIA.
Felices los que viviendo en un mundo de ambigüedad, conservan un corazón puro: ELLOS VERÁN A DIOS.
Bienaventurados los que traen la paz en medio de la vanidad y la jactancia, porque: SERÁN LLAMADOS HIJOS DE DIOS.
Felices y bienaventurados… Ocho posibilidades de ser felices relata el texto evangélico. Las BIENAVENTURANZAS son la puerta de entrada al sermón del monte, la compilación más importante de las palabras de Jesús.

No lo necesitamos para sobrevivir, sino para vivir una vida llena de significado, y conectados con Dios. Ellas forman nuestra segunda naturaleza, nuestro deseo de un mundo de acuerdo con el sueño de Dios. Un mundo en el que Él pueda seguir siendo Dios y nosotros su pueblo. La fortaleza necesita raíces. El ser humano encontrará su plenitud si aprende a profundizar, no a lanzar una guerra de posiciones sino a descubrir las propias raíces.

Hagámonos la siguiente pregunta: “¿Cuál es nuestro grado de determinación para realizar nuestra vocación a la santidad, para alcanzar las cosas esenciales?”. La santidad renace siempre bajo nuevas formas. No es una virtud que resulta insuficiente cuando se prueba, sino que no se prueba porque resulta dura. Jesús es muy claro en las bienaventuranzas. Para convertirse en hijo de Dios, no confíes en tus propias fuerzas, trata de seguir a Dios. Sin pretensiones, simplemente con confianza, con un corazón puro.

En nuestros días hay dichosos y bienaventurados porque, aunque escondidos o inadvertidos, hay humildes con corazón generoso, afligidos que comunican paz, justos que padecen violencias sin odios o rencores, artesanos de la paz, valientes que sufren incomprensiones y malos tratos, confiados que aprecian la vida y la creación como el milagro único del Dios de vivos no de muertos.

Junto a TODOS los bienaventurados, pronunciemos hoy nuestra acción de gracias que es bendición dirigida a Dios.

Hna. Florencia Moreno OP