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COMENTARIO AL EVANGELIO DEL DOMINGO XXVI DEL TIEMPO ORDINARIO CICLO C

20 septiembre, 2022

Lucas 16, 19-31

El rico y Lázaro

«Había un hombre rico que se vestía lujosamente y daba espléndidos banquetes todos los días. A la puerta de su casa se tendía un mendigo llamado Lázaro, que estaba cubierto de llagas y que hubiera querido llenarse el estómago con lo que caía de la mesa del rico. Hasta los perros se acercaban y le lamían las llagas.

«Resulta que murió el mendigo, y los ángeles se lo llevaron para que estuviera al lado de Abraham. También murió el rico, y lo sepultaron. En el infierno, en medio de sus tormentos, el rico levantó los ojos y vio de lejos a Abraham, y a Lázaro junto a él. Así que alzó la voz y lo llamó: “Padre Abraham, ten compasión de mí y manda a Lázaro que moje la punta del dedo en agua y me refresque la lengua, porque estoy sufriendo mucho en este fuego”. Pero Abraham le contestó: “Hijo, recuerda que durante tu vida te fue muy bien, mientras que a Lázaro le fue muy mal; pero ahora a él le toca recibir consuelo aquí, y a ti, sufrir terriblemente. Además de eso, hay un gran abismo entre nosotros y ustedes, de modo que los que quieren pasar de aquí para allá no pueden, ni tampoco pueden los de allá para acá”.

Él respondió: “Entonces te ruego, padre, que mandes a Lázaro a la casa de mi padre, para que advierta a mis cinco hermanos y no vengan ellos también a este lugar de tormento”. Pero Abraham le contestó: “Ya tienen a Moisés y a los profetas; ¡que les hagan caso a ellos!” “No les harán caso, padre Abraham —replicó el rico—; en cambio, si se les presentara uno de entre los muertos, entonces sí se arrepentirían”. Abraham le dijo: “Si no les hacen caso a Moisés y a los profetas, tampoco se convencerán aunque alguien se levante de entre los muertos”».

En el relato de este evangelio de Lucas descubrimos en el rico, una vida vacía, egoísta, encerrado en sí mismo, incapaz de descubrir las necesidades y vivir para los otros, se dedica a banquetear sin tener misericordia de quien tiene a la puerta: un hombre enfermo, miserable, solo, muerto de hambre.

El contraste entre el vestir lujoso y con obtestación, banquetear sin pensar en los próximos, quien se encuentra en el portal de su casa, Lázaro -nombre que significa mi Dios es ayuda- lleno de llagas y hambriento que está esperando las migajas del rico y nunca llegan.

Del rico no menciona su nombre, solamente se dice que disfruta de su riqueza banqueteando, vistiendo lujosamente y olvidándose del pobre que está a su puerta, no se preocupa del indigente, es indiferente al dolor y al sufrimiento ajeno.

La suerte cambia radicalmente en la hora de la muerte: El rico es llevado al Hades, lugar de la muerte, el pobre es llevado al seno de Abraham a gozar de todas las promesas de Dios.

  • ¿Cómo vivimos nosotros el sufrimiento ajeno? ¿Qué actitud tenemos ante el dolor, la pobreza, la injusticia?
  • Ante un niño abandonado, los emigrantes, los desplazados, los enfermos ancianos abandonados, ¿pasamos de largo o nos movemos a compasión?
  • Jesús se acerca a los necesitados, es sensible al dolor humano, a las necesidades de la gente. Los que nos decimos cristianos, religiosos, seguidores de Jesús ¿Nos vamos haciendo más sensibles, solidarios, misericordiosos ante las necesidades de los otros?

Ningún pobre es invisible a los ojos de Dios.

Cuando cerramos los ojos a los necesitados de alrededor, nuestra vida se torna centrada en sí mima. Jesús nos pide abrir los ojos a lo que sucede alrededor, abrir los oídos a las llamadas del Evangelio, y las manos a quien nos necesite: “Ama a tu prójimo”.

Pedimos al Señor que nos ayude a crecer en cercanía, compasión y misericordia con los hambrientos, los desheredados, los inmigrantes, los marginados de la sociedad…

Al final de la vida ricos y pobres llevaremos en nuestras manos el amor que hayamos puesto en hacer las obras de misericordia.

Hna. Vírgenes Cachero

Provincia «Rosa Santaeugenia»