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COMENTARIO AL EVANGELIO DOMINGO DE LA ASCENSIÓN DEL SEÑOR 2022

24 mayo, 2022

«Condujo a los discípulos cerca de Betania y alzando las manos, los bendijo. Y sucedió que mientras los bendecía se separó de ellos y era elevado al cielo. Y ellos, después de postrarse ante él volvieron a Jerusalén con gran alegría y estaban continuamente en el templo bendiciendo a Dios» (24, 50-53).

La solemnidad de la Ascensión del Señor corona el Misterio Pascual y nos invita a seguir palpitando junto a este Jesús VIVO, que ha venido “para que tengamos VIDA y en abundancia.”

Ahora bien, cuántas veces hemos recreado este pasaje evangélico con los ojos puestos en este Cielo que se abre y recibe al Hijo que vuelve al Padre, sentándose a su derecha. En más de una ocasión, hemos intentado “ponernos en la piel” de los discípulos que miran emocionados – algo desconcertados – y que, confiados en la promesa del Espíritu Santo, vuelven sobre sus pasos con un corazón desbordado de esperanza.

¡Qué plenitud y qué desafío! Porque no regresan a Jerusalén para seguir recordando lo bien que estaban junto al Señor, sino que esa Ascensión los compromete a comenzar a caminar como Iglesia naciente – anunciante y sanadora. Sólo deben esperar un poco más, deben aguardar la presencia del Espíritu de Dios y encenderse…

Hoy, con la Palabra frente a nosotros, estamos “releyendo” a San Lucas que presenta  esta escena y que nos propone reconocer en ella la grandeza de la Pascua. Con cierto tiempo transcurrido, se hace imperioso trascender lo literal del relato evangélico y seguir pensando en el mensaje que nos ha querido transmitir el apóstol, con mirada redentora. Ciertamente, la posesión de Vida de Jesús fue completa y con este cuadro de la Ascensión, el escritor intenta mostrarnos que culmina su tiempo en la tierra y que es el momento providencial para que los apóstoles emprendan camino, proclamando el Reino.

No hemos leído que alguno de los discípulos haya querido quedarse “mirando el Cielo” sino todo lo contrario: sus ojos se depositan en las necesidades de su gente y hacen del servicio una forma clara de “anuncio”, como aprendieron de su Maestro. Sí, hasta dar la VIDA… Sin titubeos.

Como nos señala el Papa Francisco: “… Con su Ascensión, el Señor Resucitado atrae nuestra mirada al Cielo, para mostrarnos que la meta de nuestro camino es el Padre (…) por lo que deja un programa para toda la Iglesia: “Ve y anuncia”.

Y este anuncio, sin rodeos, se materializa en el encuentro, en la escucha atenta a los padecimientos del otro, en la entrega y en el cuidado de unos por otros; en la Comunidad, donde tomamos fuerza para dejarnos conducir por el Espíritu Santo, que en la festividad de hoy se hace promesa. Así lo entendieron los apóstoles, así lo experimentaron y enseñaron nuestros Padres Santo Domingo y San Francisco Coll; así lo viven y comunican sus Hijas. ¡Vayamos y anunciemos!

 Y para que tengamos VIDA, la Ascensión del Señor abre paso a la venida del Espíritu Santo, que lleva a la plenitud la explosión de Amor que comenzó en la Cruz.

¡Ven ESPÍRITU SANTO!

Fabiana Díaz de Dinard

Área Pastoral del Equipo de Gestión de Argentina y Paraguay

Provincia Santa Rosa de Lima