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COMENTARIO AL EVANGELIO 1 DOMINGO DE ADVIENTO CICLO B

24 noviembre, 2020

Isaías 63, 16b-17. 19b; 64, 2b-7
79, 2ac y 3b. 15-16. 18-19
1 Corintios 1, 3-9
Marcos 13, 33-37

La liturgia de este día nos recuerda que hemos terminado un año más del tiempo litúrgico, un año que hizo darnos cuenta del valor que tiene la vida, de cómo estamos viviendo como familia, hizo darnos cuenta de la necesidad que tenemos de los hermanos y la importancia de expresar nuestro cariño a través de un abrazo y un beso. El distanciamiento que provocó entre nosotros el confinamiento a causa del COVID, nos llevó a tomarnos el pulso de cómo estamos en nuestras relaciones con Dios, con nuestro hermano, con la naturaleza y con nosotros mismos.  También  comenzamos uno de los tiempos más importantes: el adviento, nos devuelve el horizonte de la esperanza, nos hace mantenernos en una actitud de espera, una espera que se convierte en alegría, en posibilidad, en presencia de Dios y en la contemplación de lo divino que se hace carne para acampar entre nosotros.

Desde este contexto vemos como Dios nos sigue invitando  a no perder la esperanza, a aferrarnos a la vida como único medio por el cual la salvación ha llegado y seguirá  llegando a través de la historia, de nuestros pueblos y de los más pequeños.

En el evangelio de este día podemos contemplar a Jesús en una actitud de exhortación: “Velen y estén preparados, porque no saben cuándo llegará el momento” ¿De qué quería prevenir Jesús a sus discípulos? ¿Ante quién o a qué deberían estar despiertos? ¿De qué peligro o amenaza quería prevenirlos? Recordemos que para Jesús era sumamente importante dejar claro que vivir según sus enseñanzas no es fácil. Parafraseando algunas palabras de Él, decía: crean en lo que yo les he dicho, procuren hacer el bien, no se dejen engañar por los falsos pastores, que su corazón no se apegue a los falsos poderes del  tener, el poder y el placer, ustedes serán mis testigos.

Sin lugar a dudas los primeros cristianos respondieron a esta exhortación y fueron preparando ese encuentro desde la vigilia que generó en ellos la actitud de estar atentos a los acontecimientos de la historia y la presencia de Dios en ella  sin obviar las dificultades con las que seguramente tuvieron que enfrentar desde ese encuentro profundo con Cristo.

Han pasado más de veinte siglos de cristianismo y cabe preguntarnos ¿Cómo vivimos estas palabras de Jesús?  ¿Mi fe se mantiene viva o se ha ido apagando con la indiferencia, el conformismo, la competencia, la falta de discernimiento? ¿Cómo nos preparamos para mantenernos alerta ante las amenazas que nos plantea la sociedad de hoy? ¿Cómo cuidamos y protegemos la vida, sobre todo de aquellos que se encuentran en riesgo?

Nos encontramos en un tiempo donde la esperanza se ve desplazada por el pesimismo, la depresión o por vivir el momento pasándolo bien, sin compromiso alguno en nuestras comunidades ni con los pobres y necesitados.

Entonces Jesús ¿Cómo mantenernos en vigilia y estar despiertos para que no nos encuentres en la oscuridad y en el adormecimiento de nuestra fe?

El evangelio nos invita a vivir con lucidez, sin dejarnos manipular por la insensatez que parece invadirlo todo. Una invitación a mantener despierta nuestra conciencia, siendo resilientes; mujeres con convicciones y para no actuar bajo los criterios de este mundo, a marcar la diferencia. Mirar la realidad con la mirada de Jesús que siempre fue dirigida a esa bondad que encierra toda persona y que muy bien nos Dice Pablo en la carta a los Corintios: Cristo nos ha enriquecido con abundancia de dones en todo lo que se refiere a la Palabra y al conocimiento.

Sólo él nos hace permanecer lúcidos hasta el fin pues es él quien nos ha llamado a la unión con su hijo Jesucristo y Él es fiel.

Jesús nos muestra el camino. Permitamos al Señor que irrumpa en nuestra vida para que nos encuentre evangelizando y dando testimonio, como los primeros cristianos, de lo que han visto nuestros ojos.

Que este tiempo de gracia acreciente nuestra esperanza, renueve nuestro corazón, nos permita descubrir esa presencia de Dios cercana, aunque a veces no lo veamos, que tengamos la certeza de que siempre camina con nosotros para abrirnos a nuevos horizontes. Que la presencia de su espíritu genere en nosotros una esperanza activa que nos permita, ver en rostros concretos, la lucha de sus derechos y que a través de los ojos de la fe sigamos despiertos y vigilantes a los signos de los tiempos.

¡Ven Señor, que te esperamos, ven pronto Señor!

Hna. María Lucía Atenco

Provincia «San Martín de Porres»