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REFLEXION SOBRE EL EVANGELIO DOMINGO XX DEL TIEMPO ORDINARIO

13 agosto, 2019

«¡He venido a traer fuego a este mundo, y ojalá estuviera ya ardiendo! ¡Tengo que pasar por un bautismo, y qué angustia hasta que se cumpla!”

20º Domingo del tiempo ordinario (Ciclo C)  · Lucas 12,49-53

Todavía recuerdo aquellos días en que necesitaba tomar la decisión más difícil de mi vida, discernir mi vocación: decidir si dejar o no a mi familia, trabajo y seguir al Señor. Esos días fueron realmente los días más difíciles de mi vida. Todavía recuerdo la conversación que tuve con un amigo. Me esforzaba mucho por explicarle cómo tenía mucho más sentido ignorar la llamada y no entrar en la vida religiosa. Nunca olvidaré lo que me dijo: «Si no entras, nunca estarás en paz contigo misma». En mi corazón, sabía que él tenía razón. Sabía que estaba alimentando mis miedos y poniendo excusas por mi falta de fe. Tenía miedo. Tenía una sensación, en palabras de Jesús: «Tengo que pasar por un bautismo, y qué angustia hasta que se cumpla».  Años después, miro hacia atrás en esos momentos con gratitud y agradezco a Dios por el «fuego» que sigue ardiendo en mi corazón.

Jesús sorprendió a sus discípulos cuando declaró que lanzaría fuego y causaría división en lugar de paz en la tierra. ¿Qué tipo de fuego tenía en mente Jesús? El fuego en los tiempos bíblicos estaba asociado con Dios y con su acción en el mundo y en la vida de su pueblo. Dios a veces manifestaba su presencia mediante el uso de fuego, como la zarza ardiente que no se consumió cuando Dios le habló a Moisés (Éxodo 3, 2). La imagen del fuego también se usó para simbolizar la gloria de Dios (Ezequiel 1, 4; 13), su presencia protectora (2 Reyes 6,17), su santidad (Deut. 4,24), el juicio justo (Zacarías 13, 9), y su ira contra el pecado (Isaías 66, 15-16). También se refiere al Espíritu Santo (Mateo 3,11 y Hechos 2, 3). El fuego de Dios purifica y limpia, e inspira un temor reverente de Dios y de su palabra en nosotros.

Jesús considera la venida del reino de Dios como un tiempo de juicio. Su palabra de juicio tiene la intención de ayudar a las personas a tomar en serio las consecuencias de sus elecciones, ya sea a favor o en contra de Dios. Nuestra respuesta a los juicios de Dios tiene serias repercusiones, tanto para el presente como para el futuro. Jesús declara que incluso las lealtades familiares serían desafiadas sobre la base de si las personas aceptan el reino de Dios o no. La esencia del cristianismo es la lealtad a Jesucristo, una lealtad que tiene prioridad sobre cualquier otra relación.

Jesús desafía a sus discípulos a examinar a quién aman en primer lugar. Un verdadero discípulo ama a Dios por encima de todo y está dispuesto a abandonarlo todo por Jesucristo. Jesús insiste en que sus discípulos le den la lealtad que se debe solo a Dios, una lealtad que es más alta que la de un cónyuge o un pariente, de tener la valentía y fe con toda su consecuencia.

El evangelio de hoy nos invita a examinar la profundidad y radicalidad de nuestro compromiso a Dios, en nuestro vivir de cada día, como elegimos a Dios y su reino a pesar de las dificultades y miedos.

Hna. Glecy Punongbayan, OP