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VI DOMINGO DE PASCUA 26 DE MAYO DE 2019

21 mayo, 2019

6º Domingo de Pascua · Evangelio: Jn 14,23-29

Un texto con tres certezas que quiso dejarnos Jesús

El Evangelio de hoy nos sitúa en los discursos de despedida de Jesús. Todo el capítulo catorce de San Juan va preparando esta realidad: Jesús vuelve al Padre y quiere dejar plasmado en el corazón de sus discípulos y discípulas –los de ayer y los de hoy- tres certezas íntimas que alimentarán sus vidas y las nuestras como creyentes:

  • Si guardamos su Palabra El estará siempre con nosotros (Mt. 28,20)
  • El Espíritu Santo que el Padre nos envía nos enseñará todo y nos recordará las enseñanzas de Jesús.
  • Él nos da su paz, una paz distinta, la paz que quita el temor y la cobardía

El que me ama guardará mi palabra”(Jn. 14,23), no sólo recordará su palabra, la “guardará”, esto significa acogerla en lo más íntimo, hacerse uno en ella para que Él viva en nosotros, habite en nosotros, guarde El nuestro corazón haciéndolo morada suya y del Padre “…y mi Padre lo amará y vendremos a él y haremos morada en él”(Jn 14,24). Jesús afirma que Dios estará siempre en nosotros, y no hay dignidad más grande para el ser humano que tomar conciencia de esta realidad: Dios mismo, uno y trino, habita en nosotros. Nos evangelizamos, y evangelizamos hoy, para que todos descubran esta verdad, y desde este reconocimiento personal y comunitario podemos tener la experiencia de esa paz que nos ayuda a afrontar, desde Dios, los desafíos cotidianos de la vida, para poder proponer al mundo  categorías nuevas de relaciones en justicia y fraternidad, para  trabajar por el Reino en las fronteras ideológicas y de marginación humana sin desanimarnos, sabiendo que Jesús está con nosotros, el Padre nos impulsa y el Espíritu nos anima y  defiende…¡Qué bueno  es entonces reconocer la presencia viva de Dios en nuestra vida y ejercitarnos en vivirla! Esta seguridad alejó de los discípulos el temor y también aleja de nosotras y de nuestras comunidades el miedo y la cobardía, porque es el Defensor, el Paráclito, el que comunica fuerzas nuevas para una Nueva Evangelización.

“El Espíritu Santo que enviará el Padre en mi nombre será quien les enseñe todo y les irá recordando lo que les he dicho”…(Jn. 14,26) y es el camino del silencio interior, el de la oración confiada, el que nos prepara para acoger esta segunda certeza que el mismo Pablo vivió y nos recuerda en la carta a los cristianos de Roma: Así mismo, en nuestra debilidad el Espíritu acude en nuestra ayuda. No sabemos qué pedir, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos que no pueden expresarse con palabras”. (Rm. 28,26). Él está con nosotros, nos habita, nos enseña, nos recuerda las palabras de Jesús cuando no sabemos qué hacer ante realidades que humanamente nos superan.

Es la acción del Maestro Interior -que en los próximos domingos nos recordará la liturgia en Pentecostés-, la que nos permitirá verdaderamente ser discípulos misioneros de Jesús.

La paz les dejo, mi paz les doy; no la doy como la da el mundo, no se inquieten ni se acobarden”(Jn. 14,27).  Esta tercera certeza nos hace entrar en la dinámica de las bienaventuranzas “bienaventurados los pacíficos porque ellos serán llamados hijos de Dios” (Mt. 5,9) y el Papa Francisco nos recuerda en Gaudete et Exsultate Nº88 y 89:”Los pacíficos son fuente de paz, construyen la paz y la amistad social…construir la paz es un arte que requiere serenidad, creatividad, sensibilidad y destreza”…requiere la paz que ofrece Jesús.

Tener como cristianas y consagradas estas tres certezas indispensables que nos propone el Evangelio de hoy:

  • saber que Jesús siempre está,
  • saber que su Espíritu es el que nos recuerda sus palabras,
  • y saber que nos ha dejado su paz,

nos  permite vivir centradas en Dios en medio de una realidad inestable que  hoy presenta a la Iglesia preguntas desafiantes, y que espera respuestas nuevas con palabras claras que transmitan a los hombres y mujeres de  hoy la novedad del Evangelio.

Tal vez cuando San Francisco Coll  insistía a las hermanas en el cap. XXII de la Regla sobre el tema: “de la Presencia de Dios”, estaba afianzando en ellas estas certezas que él mismo vivió, y que  dieron tan grande fecundidad apostólica en su tarea misionera, y en el tiempo a través de La Anunciata.

Animarse a descubrir y vivir la experiencia de un Dios que nos habita, que pone su morada en nosotras, que nos envía su Espíritu, que nos da su paz, es el desafío al que nos enfrenta  una sociedad  hambrienta de sentido y de interioridad. Porque no se logrará la justicia, la paz, la elevación del hombre y de la mujer por el reconocimiento de su dignidad, sino es desde la plenitud de una vida personal y comunitaria que se ha encontrado con el Dios de la Vida y se anima a comunicarlo con alegría y sencillez.

                                                                                          Hna. Susana Ruani

Provincia “Santa Rosa de Lima”